viernes, 22 de diciembre de 2017

PREMIO RELATOS CORTOS

1º PREMIO
DESIERTO




2º PREMIO
PEDRO ANTONIO MARTINEZ ANTOLINOS

LA VEJEZ NO EXISTE
Juan tenía 66 años viudo desde hacía cinco, su vida transcurría en una autentica monotonía,  se levantaba a las ocho de la mañana y después de asearse y tomarse sus pastillas de la diabetes, tensión y todas esas que nos tomarnos los que ya tenemos una edad se hacía una tostada con mantequilla o mermelada de melocotón y un buen tazón de descafeinado con leche.
Aproximadamente a las diez, se daba una vuelta de media hora muy tranquilamente, pues le gustaba dar los buenos días a vecinos y amigos con los que coincidía.
Seguidamente se dirigía al Hogar del Pensionista a leer el periódico, pues le gustaba estar al día de todo lo que ocurría por el mundo. A continuación acompañaba a algún amigo a la partida de dominó o hacían una tertulia alrededor de una mesa discutiendo sobre el lema del día. Sobre las dos de la tarde solía comer en e1 restaurante del Hogar, ya que su condición económica se lo permitía. Así pasaba la mañana un día tras otro.
Después de comer dormía la siesta porque era sagrada, sentado en su sillón viendo una película que casi siempre la dormía.
Por la tarde raramente salía, pues pensaba que iba a ser más de lo mismo, y prefería quedarse en casa.
Una tarde le estaba dando vueltas a algo que escuchó en una reunión de la tercera edad a la que estuvo invitado: "La vejez no existe. Alguno de nosotros envejecemos, de hecho, porque no maduramos".
A partir de ese día se propuso dar un cambio en su vida y se apuntó a un curso de dibujo que había para mayores aprovechando los conocimientos que tenía sobre esta materia.
Todo transcurría con  normalidad, conoció a gente que ni siquiera sabía que fuesen del pueblo, gente con inquietudes y casualmente llegó a sus oídos otra frase que le cautivó; "La vida no es corta; son las personas las que permanecen muertas demasiado tiempo".
Nuevamente Juan empezaba. a pensar en esa otra frase.
Adela era una mujer de 65 años viuda y que no podía pasar el día sin hacer algo que llenara su vida. Asistía a cursos de pintura, informática, canto, teatro etc. todas las horas de ocio del día las tenía ocupadas.
Había pasado algunos meses y en diciembre había que presentar algo especial en el curso de pintura. El profesor pensó en pintar cuadros a dúo y es aquí donde Juan conoció con más interés a Adela. Lo importante no era el premio si no que a Juan le estaba empezando a gustar Adela y no podía creer que a esa edad pudiese existir lo que desde hacía unos días estaba sintiendo. Adela se había dado cuenta y claro está con la sabiduría que tienen las mujeres en estas artes, lo iba cautivando poco a poco y hacer que se sintiera bien con ella.
Esa noche Juan no vio la televisión ni leyó, soto pensaba si le mandaba un mensaje o no por el teléfono, y se decidió y con la mano temblorosa escribió; ''Envejecemos cuando lo nuevo nos asusta", a lo que Adela muy sabiamente respondió "Envejecemos también cuando pensamos demasiado en nosotros mismos y nos olvidamos de los demás". Él no esperaba esa respuesta tan directa y siguió diciéndole: "Envejecemos cuando nos cerramos a las nuevas ideas y nos volvemos radicales", Y ella respondió: "No existe la edad, somos nosotros que la creamos. Si no crees en la edad, no envejecerás hasta el día de tu muerte. Personalmente yo no tengo edad, tengo vida".
Desde ese momento, todas las noches eran un ir y venir de mensajes hasta que un día decidieron que sería mejor llamarse por teléfono para darse las buenas noches, después hablaban un rato y finalmente hablaban horas. Un día ella le dijo; ¿por qué no cenamos juntos y hablamos mirándonos a los ojos?, Juan sintió que las mariposas volaban por su interior y la noche siguiente cenaron juntos. Tras una larga, pero corta al mismo tiempo, velada llegó la despedida y ella más picara que él le comentó que los buenos amigos se daban las buenas noches con un piquito, Juan temblaba ante tal proposición y solo se limitó a cerrar los ojos y recibir la suave caricia de esos labios que jamás podría pensar que pudiera besar.
Cuando llegó a casa, al ir a mandarle un mensaje de buenas noches, tenía uno de Adela que decía; "No dejes que la tristeza del pasado y el miedo del futuro te estropeen la alegría del presente". Juan se quedó sin palabras y esa noche no respondió.
Y llegó la Navidad el día de Nochebuena cada uno cenaba con sus respectivas familias pero ya habían hecho planes para Nochevieja en un Hotel-Restaurante a unos veinte kilómetros del pueblo. Esa noche bailaron, siguieron los piquitos después de las uvas y llegó la hora del regreso, pero no regresaron, esa noche era tan bonita que no podían finalizarla con un regreso aburrido en coche y decidieron quedarse en el hotel. Lo que ocurrió os lo podéis imaginar, solo os diré que a partir de ahí fue una pareja inseparable y ya todas las noches dormían juntos.
La vida solo puede ser comprendida mirando hacia atrás. Pero solo puede ser vivida mirando hacia adelante. Haz del pasaje del tiempo una conquista y no una pérdida.
3º PREMIO
PEDRO ANTONIO MARTINEZ ANTOLINOS

LA AMISTAD ES LO MÁS IMPORTANTE
Paco y Antonio eran amigos desde la infancia, De esos inseparables que siempre
contaba el uno con el otro en todo. Ya casados solían salir todos los fines de
semana con sus respectivas señoras, si había que viajar siempre las dos parejas
iban juntas y muy unidas.
Paco era hijo de una familia muy adinerada del municipio que residía. Antonio
pertenecía a una familia humilde, de ahí que a los doce años tuvo que empezar
a trabajar para ayudar a sus padres en los gastos de la casa.
Pero llegó el fatídico desenlace Juana la mujer de Paco falleció con 64 años
dejándole viudo con 65 años.
A partir de ese día sería su amigo inseparable el que le haría compañía y le
ayudaría a superar tan terrible pérdida. La amistad que se había formado desde
la niñez seguía fundida en estos momentos.
Paco pasaba muchos ratos en el Hogar del Pensionista ayudando a hacer
actividades y lógicamente, si alguna vez faltaba liquidez para contratar esta o
aquella atracción él siempre estaba dispuesto a correr con los gastos ya que era
dueño de una gran fortuna herencia de sus padres y fruto del negocio de la
construcción que había llevado a cabo en un momento creciente.
Cuando Antonio se quedó viudo, a consecuencia de una enfermedad que ya
llevaba a lo largo de muchos años su mujer, pasó algo en sus vidas que nunca
imaginaron que pudiera ocurrir aunque lo habían hablado en alguna ocasión
sin que sus respectivas mujeres lo supieran.
Un día de los muchos que se reunían, pues siempre iban juntos al club y les
llamaban "los inseparables", retomaron la conversación que años atrás habían
tenido. Paco le había propuesto que si alguna vez se quedaban viudos los dos,
podían vivir juntos el resto de sus vidas sin preocuparse de nada Ese día
volvieron hablar de lo mismo pero mucho más en serio que entonces.
Paco debido a su gran fortuna podía permitirse cualquier lujo, así que los dos
empezaron a planificar su futuro a partir de ese momento.
Lo primero que hicieron, con insistencia de Paco, fue ir a un notario y hacer
testamento a favor de Antonio, pues no había tenido descendencia y la familia
que le quedaban eran unos sobrinos lejanos que hacía más de quince años que
no veía, Seguidamente fueron a los bancos para dar poderes a Antonio de toda
su fortuna, una vez hecho todo esto se dispusieron a pensar cómo gastar toda
esa fortuna.
Contrataron dos personas una para hacer las labores del hogar y otra para estar
acompañados por la noche por lo que pudiera pasar. Ya tenían una de las cosas
más importantes, ahora tocaba planificar sus vidas y así lo hicieron. Primero
hicieron varios cruceros ya que a los dos les gustaba viajar. Después estuvieron
un año recorriendo algunos países hispano americanos y recogiendo apuntes
para la publicación de un libro sobre dos personas que eran amigos de verdad.

Tras vivir como reyes Antonio cumplió 68 y Paco 69, ya era momento de parar
un poco tanta locura. Un día inesperado Paco dejó de respirar y no pudo
desayunar con su amigo nunca más.
Antonio se hundió profundamente, pero un día se despertó contento diciendo
"ya sé lo que voy a hacer". Las personas que le rodeaban creían que se le había
ido la cabeza a consecuencia de la pérdida del amigo, pero no era así.
Antonio llevó a cabo la segunda ilusión que,    en muchas ocasiones habían hablado, era tan grande su fortuna económica y en propiedades que decidió llevar a feliz término la misión.
Destinó uno de los edificios que tenía vacíos de ocho plantas para crear un
hogar para personas jubiladas con toda clase de juegos, actividades, cafetería,
gimnasio, biblioteca, teatro etc. Solamente puso como condición que se llamara
"Fundación Paco" y para que no faltase nunca manutención depositó una fuerte
cantidad de dinero en una cuenta destinada a dicha fundación para que durante
diez años no faltara de nada.
La segunda cosa que habían hablado era una casa de acogida para personas sin
techo en una mansión de 2000 metros cuadrados con una cantidad grande de
habitaciones donde poder acoger a esas personas y darles desayuno y cena.
También puso una condición y es que se llamara "Centro de acogida Antonio",
destinando la misma o parecida cantidad de dinero para dicho centro.
Dos años más tarde Antonio falleció y en su testamento dejaba toda su fortuna a
los dos centros que con tanta ilusión habían planeado Paco y Antonio.
Pero en el testamento había una condición: que les enterraran a los dos en el
jardín del centro de acogida en un mausoleo pequeño pero lujoso y que
siempre, y mientras hubiese crédito suficiente para mantener los centros -que
según los estudios económicos de las personas encargadas del mantenimiento
creían que sería más de cien años hubiese dos velas enormes encendidas día y
noche.
Y esta es la historia de dos amigos que dejaron todo para que otros lo disfrutaran
y así demostrar que la amistad y la solidaridad es una de las cosas más
importantes de la vida.

4º PREMIO

JOSÉ ANTÓN MUÑOZ

EL AMIGO INSEPARABLE
Desde muy temprana edad contamos con su amistad. No se aleja de nosotros ni un instante.
A él tu vida le da igual, no le importa que te encuentres en cualquier festejo; cenas, comidas, bautizos, comuniones, decesos, celebraciones amorosas,... Sin poner reparo, no nos deja ni un momento, ni cuando estamos durmiendo.
Es un amigo continuo y fiel, no nos abandona por otro aunque éste sea más grande y guapo.
No se aleja de nuestro lado por mucho que lo intentemos, aunque lo anheles con ahínco, con rabia o desesperación.
Consultamos con amigos, vecinos y médicos incluidos.
A éste amigo nada le importa, él sigue su camino, que consiste en
no separarse de uno ni un minuto.
Lo intentamos de todas formas, y no nos hace caso, sigue con lo suyo sin importarle un carajo lo que nosotros queramos, no te abandona ni un segundo en ninguno de los casos.
Existe mucha gente empeñada en intentar alejarlo; médicos, cirujanos, curanderos, curas y obispos... y a nadie le hace caso.
Nadie encuentra la forma de poder apartarlo. Cuanto más te quiere él y más se apega a ti, tú con más fuerza llegas a odiarlo, con desesperación, angustia y un sabor amargo.
Nos tomamos medicinas, ungüentos, cataplasmas y todo lo que nos dicen para ver si lo alejamos.
Lo tenemos en los brazos, pies en la cabeza, espalda, manos, en todas las partes de nuestro cuerpo, sin dejar ningún pedazo.
De él nadie se libra, ya sea agricultor, albañil, profesor, monaguillo, sacristán, cura o papa, hombre santo ni mundano siquiera, por mucho poder que tenga, dinero o un escaño.
Aunque lo puedes alejar, nunca es por mucho tiempo, siempre regresa a tu lado.
Maldecimos a ese amigo que no desea dejarnos, por mucho que lo intentemos o mucho empeño que pongamos.
Algunos han perdido la vida para poder remediarlo. Es un amigo maldito, que nos hace mucho daño.

Tiene muchos nombres, cuál de ellos más ingrato. Cada cual tiene el suyo y sabe como nombrarlo.
Creo que sabéis quién es ese amigo tan constante, que no nos deja en la vida ni tan siquiera un instante.
Por si alguno lo ha ignorado..."Soy el Dolor" en todas las formas y me encuentro en todos lados, sin dejar ni un pedazo.
Aunque tú lo aborrezcas, él se nutre en tu regazo. Igual le da que seas pobre, rico, alto o bajo.
Dichoso el que no lo tiene, que no intente buscarlo.
5º PREMIO
JUAN MANRIQUE RUBIO
LOS ABUELOS
Si no hay hijos tampoco pueden haber abuelos, por lo tanto si uno quiere ser abuelo tiene que formar pareja con una mujer, intentar dentro de las posibilidades económicas de la familia tener un determinado numero de hijos, criarlos, cuidarlos, alimentarlos, y darles una educación adecuada. De esa forma, nuestros hijos siguiendo nuestro ejemplo, también formaran pareja, tendrán hijos y nosotros nos convertiremos en abuelos.
No hay cosa más hermosa en esta vida, que la de ver venir al mundo a los hijos, y después a los nietos. De todas las cosas de valor que hay en esta vida, pienso yo, que una de ellas es la de ver venir al mundo a los hijos y a los nietos.
Un matrimonio sin hijos, es como tener un jardín sin flores. También es cierto que hay parejas que por diversas circunstancias de la vida no han podido tener hijos, pero la mayoría de ellos lo acogen en adopción, que al final de la vida te das cuenta que es prácticamente lo mismo, son sus hijos, y los hijos de sus hijos son sus nietos, por los tanto que no tengan las parejas complejo alguno en adoptar a una criatura, al final nos dan las mismas alegrías y penas los unos y los otros.
Cuando nos vamos haciendo mayores, es cuando más cuenta nos damos, al ver los nieto te vienen a la memoria secuencias vividas de cuando uno era niño y estaba con sus abuelos, también ellos disfrutaban con nosotros, y jugaban y se reían que buenos recuerdos.
Pero para conseguir todo eso no solo hace falta el cariño el cuido y la atención a los hijos y a los nietos. También hace falta inculcarles una educación basada en es respeto hacia los demás, el respeto a las cosas, y el respeto así mismo. No se debe de dejar a una criatura que se críe a su aire, nuestro deber como padres o como abuelos, es el de guiar a los hijos y nietos por el buen camino al igual que hacen los podadores con los arboles, si se dejan salvajes se crían de cualquier manera, y cuando quieren doblegar una rama no puedes se han hecho dura y la tienen que cortar.
Los hijos y nietos necesitan un cuido constante, por supuesto que con todo el cariño del mundo, pero siempre guiándolos por el mejor camino posible para que no piquen en los cepos que algunas personas les ponen, para que se salgan de ese buen camino que es el recomendable.
Y así obtendrán esa educación y esa categoría que después les llevará a colocarse en el lugar que les corresponde, y a ser la persona que siempre desearon tener, sus padres sus abuelos y toda la sociedad de su alrededor.
6º PREMIO
JUAN RODRIGUEZ NAVARRO

PATATAS A LO POBRE
En el verano del año 1954, mi hermano Martín y yo estuvimos trabajando en una fábrica de hacer tejas y ladrillos de barro. El jornal que yo cobraba era de 17 pesetas en una jornada de 8 horas; mi hermano cobraba 25 pesetas. El trabajo era bastante fuerte. El barro lo hacíamos a mano dentro de unas balsas. A continuación se transportaba en carretillas a una pista en donde se elaboraban el ladrillo y las tejas. El motivo de estar los dos trabajando en el mismo lugar era porque mi madre y mi hermana se marcharon a trabajar a tierras manchegas, a segar trigos y cebadas. También padecieron lo suyo en los cuarenta y cinco días que estuvieron en estos trabajos.
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Durante todo ese tiempo nuestra abuela materna se encargaba de hacernos la comida y las tareas de la casa. Recuerdo que una noche le gastamos una broma a la abuela. Ella había preparado un buen plato de patas fritas a lo pobre para cenar y un plato de pescados fritos como segundo. Cuando llegamos de trabajar, nos aseamos y nos sentamos a la mesa. La
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abuela nos dijo: "Empezar que voy a sacar el plato de pescado". En ese momento me dice mi hermano1." Trae rápidamente un plato limpio y vacío, que lo vamos a cambiar por el de las patatas fritas". En hacer esto no tardamos ni dos minutos. Cuando salió nuestra abuela con el plato de pescado, mi hermano y yo estábamos pasando un trozo de pan por el plato limpio, dando la sensación de que las patatas nos has habíamos comido en tan corto espacio de tiempo. Cuando ella vio el plato vacío se echó las manos a la cabeza y empezó a decir: "¡Dios mío, qué animales, os vais a poner malos y vuestra madre no está aquí!". Como no tenía ni un solo diente ni muela en su boca, las palabras le salían con mucha más dificultad que de costumbre. Menos mal que la cosa volvió a su normalidad cuando vio reaparecer el plato con las patas fritas a lo pobre.

7º PREMIO
JUAN RODRÍGUEZ NAVARRO                                        
LA MADRE ESPERANZA
Por el año 1985 y viviendo en Santomera me vinieron a visitar a casa un fotógrafo de Santomera llamado Alberto y su amigo Mauricio. Al fotógrafo ya le conocía yo de haber ido a hacerme alguna que otra foto para algún documento de los que de vez en cuando necesitamos. A Mauricio le conocía desde que vine a Forte los Sotos. Este señor fue el que me proporcionó la vivienda cuando vinimos a Santomera; era dueño de una empresa de transportes que trabajaba para Forte. Alberto pertenecía y sigue perteneciendo a la Asociación de la Madre Esperanza, religiosa e hija predilecta de Santomera, que por el año 1915, cuando tenía veintidós años, salió del pueblo e ingresó en el convento de las Hijas del Calvario, de Villena. Este convento estaba situado en un lugar montañoso muy bonito donde acudían muchas personas el último día de la semana de Pascua a merendar. Actualmente no va ya nadie a este lugar porque pasa por allí la autovía Alicante-Albacete que han construido recientemente.
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La Asociación de la Madre Esperanza quería rescatar la cruz que había en el pequeño campanario de este convento, para llevarla a Colevalenza, lugar donde está enterrada la Madre Esperanza. Para conseguir esa cruz había que contactar con alguna persona que tuviera alguna influencia en Villena y que pudiese facilitarnos el rescate de la cruz.
Como todo en esta vida, las situaciones se enlazan unas con otras. El fotógrafo y Mauricio vinieron a mi casa a preguntarme si yo conocía a alguien de Villena que tuviera amistad con él párroco de la iglesia. Les dije que sí, que precisamente el Jefe de Personal de todas las factorías de Forte había estudiado teología y había estado a punto de cantar misa; pero, que, de la noche a la mañana, se arrepintió, dio marcha atrás y se casó, llegando a tener seis hijos. Durante los siete años que trabajé en Forte de Villena mi relación con el Jefe de Personal fue magnífica, hasta el punto de que, cuando venía a la fábrica de Forte los Sotos, lo primero que hacía era preguntar por mí para saludarme. Así que, lo de comentarle el tema de la cruz se estaba poniendo bien. Cuando se lo dije me contestó:" Juan, no te preocupes que en cuanto llegue a Villena hablaré con D. Arsenio, que es el párroco de la iglesia de Santiago". Al día siguiente me llamó diciéndome que cuando quisiéramos podíamos ir a rescatar la cruz, pero que antes le avisara para que nos acompañase para presentarnos a 0. Arsenio. Lo hicimos así. Un sábado por la tarde fuimos a Villena en el coche de Alberto con la intención de solucionar el tema cuanto antes. Hablamos con el párroco. No hubo ningún problema, faltaba sólo empezar a actuar.
Como herramienta llevé un pico de albañilería. Fuimos al lugar y empezamos a trabajar.
Me subí por donde pude y como pude, saltando de un muro a otro hasta llegar a la cruz. Actuamos con mucho cuidado porque era difícil alcanzar el objetivo. Rescatada la cruz, dimos las gracias a todas las personas que nos facilitaron la operación.
A las dos o tres semanas de haber hecho esto, una noche llamaron a casa, ¿quién es?, Abre, Juan, soy Alberto. No esperaba yo la visita de dos monjas que habían venido desde Asturias para saber y conocer a la persona que había rescatado la cruz del convento donde estuvo la Madre Esperanza. La visita fue corta. Una vez que me conocieron y me dieron las gracias, me entregaron un pequeño regalo como agradecimiento a lo conseguido; el regalo era una réplica de un pequeño hórreo de porcelana y plata que todavía conservo. Siempre me ha gustado satisfacer, en la medida de mis posibilidades, las solicitudes que me llegan pidiéndome un favor.

8º PREMIO
ANTONIO GONZÁLEZ EXPOSITO
Qué tiempos aquellos
Yo no sé si en el resto de España pasaría, aquí en Murcia, con mucha frecuencia. En el pueblo que vivo yo, fue tal la salida de jóvenes que en misa dijo el cura que todas las jóvenes que se fueran con el novio, las casaría en la sacristía. Aquellas palabras del señor cura causaron una estampida tal, que las muchachas del pueblo casaderas, tuvieron que pensárselo más de una vez para irse con el novio.
Decía el señor alcalde: - Lo que ha dicho el señor cura está muy bien. Ya sé que son otros tiempos a los míos; que también se iban las novias con los novios no era tanto como ahora. Dicen que está la cosa muy mal. Yo cuando tuve la edad de casarme, me tuve que esperar ocho años para juntar un poco de dinero para la boda porque no había trabajo y mi mujer cosiendo día y noche. Ahorramos y nos casamos en el altar, ella iba vestida de blanco que es lo que toda muchacha sueña de joven. Trabajar, ahorrar e ir a casarse al altar con la frente bien alta.
Estas palabras las dijo en una asamblea. Le había dicho al señor cura que le hablaría al pueblo para ver si podía cortar un poco el irse las novias con los novios. El señor cura le decía: - Sé que no les ha gustado lo que dije de casarlos en la sacristía pero no tengo más remedio que ponerme serio con el santo matrimonio. Se pasan bastantes años cuando son jóvenes mirando el traje de novia que llevaba fulana de tal o el de tu amiga o el que has visto en el escaparate, que sin darte cuenta, tus ojos no paran de mirarlo y yo ya estoy en edad de casarme...
Había una pareja en el pueblo que estaba en edad de casarse. Él se llamaba Antonio y ella Josefa. Se presentaron en el ayuntamiento y hablaron con el alcalde diciéndole que querían casarse por la iglesia pero no tenían medios y que los que estaban para casarse, buscasen soluciones para ayudarlos urgentemente. Se celebró una asamblea general. Cada persona decía su opinión pero no se ponían de acuerdo. Se levantó Antonio y la gente no paraba de hablar. El alcalde mandó silencio y dijo: - Esta pareja fue la que estuvo en el ayuntamiento diciendo que hiciera una asamblea general para intentar solucionar lo de las mozas y los mozos que quieren casarse. Bien, estamos aquí más de dos horas y todavía no hemos solucionado nada. ¿Tiene usted alguna idea? Entonces Antonio dijo: -Gracias señor alcalde. Amigos, como todos sabéis, nosotros estamos más de cuatro años intentando casarnos por la iglesia. Si hubiera querido habría sacado a mi novia. ¡No, eso se ha terminado en este pueblo! Nosotroscreemos que tenemos la solución contando con usted señor alcalde. No se oía una mosca, todo el mundo callado. Murmuraban: - ¿Qué solución será?
Lo primero, que todos los que queramos casarnos nos coja la firma aquí en el ayuntamiento. Tiene que ponerse en contacto con algún taller que cosa ropa y le diga que de momento, necesita diez máquinas de coser. Usted ya encontrará sitio donde ponerlas. Cuando estén aquí, tienen que venir dos oficialas para enseñar y cuando esté todo preparado, llamar a las muchachas. Tienen que echar todos los días tres horas o bien en la mañana o en la tarde. El dinero que ganen cada día, será apuntado en el ayuntamiento hasta dentro de tres meses. Cuando se haya cumplido ese plazo y alguna crea que tiene suficiente dinero para casarse, que se case como Dios manda. A los muchachos, usted señor alcalde debe buscarles trabajo de tres horas diarias o bien en una granja o taller de bicicletas o aquí en el ayuntamiento. A algunos no les vendrá bien pero tienen que pensar que están ahorrando para poder casarse y ver un futuro, que antes no lo veían.
La propuesta cayó bien. Se citará que a partir del lunes fueran a apuntarse todas las que tenían ideas de casarse. Algunas se preguntaban que cómo iban a sacar tres horas todos los días. Algunas madres les decían: - Hija mía no te puedes imaginar cómo lo pasé yo cuando me fui con tu padre y preñada, no paraba de llorar, tan bien como estaba en mi casa. En la casa de mi novio eran seis hermanos. Me avergonzaba hablar con ellos y mis suegros decían que yo era una boca más para comer. Me fui porque tus abuelos no querían a mi novio. Decían que no tenía nada que dar a su hija y querían algo mejor para mí. Yo les decía que lo quería hasta que noté una falta y se me cayó el mundo encima. Mi madre lo notó enseguida y me dijo de todo. Cuando terminó se echó a mis brazos y llorando me decía que no me preocupara, que ella hablaría con mi padre. Cuando se lo conté a mi padre no paraba de chillar y de tirar cosas por el suelo. Te digo todo esto para que intentes todo lo necesario para no pasar por donde pasó tu madre y muchas mujeres del pueblo.
Preguntaba una mujer a otra si conocía al que había hablado en la asamblea y la otra le decía que era el hijo de la Manuela. Se hablaba mucho de ella en el pueblo. Era una historia triste de las muchas que habían pasado en el pueblo. El marido de la Manuela era de las pocas familias que habían conseguido a fuerza de mucho trabajar, un poco de bienestar. Habían conseguido comprar unas tahúllas de tierra, poner una granja con cochinos, vacas, terneros y los criaban y cuando tenía que quitar, llamaba a un amigo suyo de la infancia que era corredor y en la capital le vendía el ganado. Ese amigo suyo ganaba a comisión y se llevaban muy bien, hasta el extremo de que las dos familias salían juntas a comer, a pasear. Estaban bastante unidos. Manuela era muy guapa, simpática, por donde iba derrochaba una alegría que a los hombres los ponía a cien. El marido, celoso perdido, de novios ya habían tenido sus más y sus menos. Una noche su amigo el corredor, fue a verlo para llevarse los animales para venderlos. No estaba y salió la mujer y en el mismo portal estuvieron hablando un buen rato como amigos que eran. Un hombre pasó por allí y los vio. Era precisamente el que de soltera había intentado hablar con ella sin éxito muchas veces. Este mal hombre fue al bar y dijo que los había visto, sin pensar que estaba destruyendo una familia porque ella era guapa, simpática y a él no lo había querido. Cuando vino el marido, ya había en su puerta dos o tres para decirle lo que había pasado. Él, celoso hasta la coronilla, entró en su casa y llamó a su mujer. Ella salió sin saber nada y él se lo echó en cara. Ella le dijo que estaba equivocado, que había ido su amigo el corredor para decirle que al día siguiente llegaría más temprano para llevarse los animales y habían estado hablando de sus hijos.
En el ayuntamiento habían firmado dieciocho muchachas y ya estaban echando las tres horas diarias. A los muchachos el señor alcalde los había colocado en diversos sitios. Se cumplieron los tres meses y cuatro parejas dijeron de casarse aunque no era mucho lo que habían sacado. El señor cura las casó en el altar y el convite fue en un bajo de un vecino. La chafardera del pueblo que todo lo sabía, cuando se pasaron seis meses y tuvieron un hijo, ella decía que no le salían las cuentas en seis meses de matrimonio. Se casaron embarazadas. Los vecinos decían que si no hubiera sido así, se habrían ido con el novio.
Una mañana se presentaron en el ayuntamiento tres alcaldes de los pueblos vecinos para hablar con el señor alcalde. Buenos días alcalde, ante todo felicitarle por la labor tan grande que está haciendo en este pueblo por la juventud. Hace cuatro meses que no se ha ido ninguna muchacha con su novio. El otro día, leía en el periódico que el señor alcalde de Murcia, estaba tomando ejemplo de este pueblo y mandaría autobuses de turistas para que vieran el taller de coser, para las muchachas casaderas. Nosotros queremos que se nos explique cómo va esto. El alcalde dijo: - De momento va muy bien, el pueblo está creciendo muchísimo, no para de venir gente a comprar tierra y mayormente, casas rústicas para extranjeros. Al lado del ayuntamiento, han abierto una casa de comidas típicas y dos bares. Tenéis que perdonarme porque tengo una reunión urgente. Mi secretario les atenderá. Tocó el timbre y vino un señor a atenderlos. Los alcaldes se quedaron con la boca abierta viendo como había progresado el pueblo. Cuando salían del ayuntamiento, en la plaza, llegaban dos autobuses de turistas y el guía iba diciendo: - Por aquí señoras y señores, vamos a entrar al famoso ayuntamiento que ha logrado cortar lo que ninguno ha podido hacer. Ahora las novias no se van con los novios y tienen trabajo y saben un oficio y con lo que ganan, ahorran para poder casarse y que su día sea el más grande de su vida. Pasen, pasen. Aquí a la derecha en este tablón, están apuntados todos los nombres de las personas que han colaborado y están colaborando. Lo más grande es que no paran. Todos los días, jóvenes de otros pueblos vecinos, vienen a apuntarse y han traído diez máquinas más. Todo esto ha podido ser gracias a la extraordinaria idea que tuvieron la pareja de novios Josefa y Antonio. El alcalde tiene como asesor y brazo derecho al que tuvo la magnífica idea, Antonio.
El alcalde quería hacer un pabellón grande para poder meter todas las máquinas de coser y a todas las muchachas que estaban trabajando porque el otro se había quedado pequeño.
El terreno del ayuntamiento fue donado por un señor rico. Tenía catorce tahúllas de tierra de secano. Se emplearon tres para hacer el pabellón. El alcalde estaba preocupado por los gastos pero Antonio lo tranquilizó diciéndole que el pabellón se pagaría solo. Antonio le dijo que había comprado un libro en blanco y en él había escrito todas las personas que habían colaborado y colaborarían en el ayuntamiento y todos, pondrían en él su firma y una peseta para el nuevo pabellón.
Se pasaron dos meses y la obra estaba a punto de terminar. Como había sitio donde coser, hicieron pabellón enorme. Las mujeres llevaban diez meses trabajando en las máquinas de coser y habían aprendido mucho. Algunas ya habían aprendido a hacer vestidos. La jefa les dijo que a partir del lunes empezarían a hacer los vestidos de boda de todas las que estaban trabajando.
Los turistas seguían llegando y querían poner su firma y donar su peseta. En el salón nuevo se pusieron todas las máquinas, en total veinticuatro. Se usó como una biblioteca y para clases de estudio el salón viejo. En las tardes, se llenaba de muchachas y muchachos para estudiar. Las muchachas que trabajan en el taller, no solo echaban tres horas porque todas querían estar más tiempo para aprender más. Al final echaban cuatro horas, dos para hacer el vestido y dos para su jefa.

Lo mismo de siempre, te casabas, hacías las cosas de tu casa o te ibas a trabajar a la huerta. Si tenías algún hijo ya no podías ir a trabajar porque no podías dejar al niño solo. Muchas veces se quedaba con él la abuela. Ahora con el taller nuevo, el porvenir era totalmente distinto. Antes todo estaba negro, oscuro, feo. Ahora, cuando sale el sol, sus rayos lo iluminan todo y los pájaros trinan alegres con muchas ganas de volar.
Una mañana llamó la jefa a las muchachas y le dijo: - El vestido de novia está prácticamente terminado. Se ha quedado precioso. Enhorabuena porque os ha costado mucho aprender y lo habéis conseguido. Después de vuestra boda, la que quiera seguir puede hacerlo. Me he preocupado de hablar con la casa de las máquinas de coser para llevaros una a vuestra casa. Me las han puesto al precio de como yo las pago y podéis pagarlas a plazos. Esto de tener la máquina en casa tiene muchos beneficios y si tenéis algún hijo y no podéis salir de casa, podéis estar cosiendo. Antes cuando te ponías a coser, se oía a medio kilómetro pero ahora, con tanto adelanté les han puesto una especie de silenciador que casi no se oye nada. Todas pidieron una máquina y la jefa llamó al alcalde para avisarle de que los vestidos ya estaban terminados y que si podían entre los dos, hablar con las muchachas para decirles que se casaran todas juntas en la catedral de Murcia y las casara el obispo. Entró el señor alcalde al pabellón y les dijo: -La directora me ha dicho que ya tenéis el vestido terminado y habéis pensado en casaros. Nosotros hemos pensado que si queréis, podéis casaros todas juntas. Creemos que puede ser bueno y queremos ir más lejos porque queremos que os case el señor obispo en la catedral. Todas comenzaron a chillar y a abrazarse porque no se lo podían creer. Al mismo tiempo, se abrió la puerta y entraron cinco o seis personas, entre ellos Antonio, el
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asesor del alcalde. Este le pidió que hablara con el señor cura de su parte y le dijera todo lo que había pasado.
Cuando fue a verlo, el cura le dijo: - Hombre ya estaba bien que vinieras a verme que ya me he enterado de que las cosas en el ayuntamiento marchan bien. Precisamente ahora que estás aquí, quiero saber cómo están las muchachas que se metieron a coser para enseñarse el oficio. A eso venía yo a hablar con usted, dijo Antonio. Resulta que se han enseñado el oficio y han logrado hacerse sus vestidos de novia. Se han hecho muy amigas y desean casarse todas juntas en la catedral y que las case el señor obispo. La mitad de las muchachas las hubiera casado usted en la sacristía sino llega a ser por esto. El cura aceptó con la condición de que las muchachas al día siguiente se presentaran en la iglesia a las cinco para prepararlas para casarse como Dios manda.

Se fueron pasando los días y las muchachas a las cinco de la tarde en la sacristía, se aplicaban para casarse. Un día, el cura les dio la noticia de que el señor obispo las iba a casar el domingo a las seis de la tarde. El alcalde habló con ellas y les dijo: - Decirles a vuestros padres que todo el convite de las bodas lo paga el ayuntamiento. Dadle las gracias a mi asesor Antonio, que saca dinero de donde menos te lo esperas. Los convites se harán en los dos salones. El primero, donde estabais con las máquinas de coser y el segundo, el que hizo mi asesor, el grande y hermoso. Estos acontecimientos saldrán en el periódico y esto se sabrá en toda España.
Los padres de las muchachas casaderas estaban contentísimos. En la taberna decían: - Igual que nosotros que sacamos a nuestras mujeres, algunas cuando iban a casarlas, el novio le decía al cura que se diera prisa que lo que llevaba dentro la novia, estaba a punto de salir.
En el ayuntamiento sonó el teléfono y lo cogió Antonio, el asesor del alcalde y le preguntaron si era ahí el ayuntamiento que tenía a dieciocho mujeres casaderas a punto de casarse. Antonio dijo que sí. Entonces le contaron que el alcalde estaba desde el transatlántico Balear, promocionando a todas las parejas que se casasen y fueran de luna de miel en ese barco. La travesía era gratuita con todos los gastos pagados y veinticinco días en el autobús llevándolas a todos los sitios de Palma. Le pidió que le mandaran los nombres de cada pareja y las direcciones ocho días antes de la travesía.
Nota del autor: Lo cierto y verdad de esta historia, es que en ese barco fuimos mi mujer y yo de luna de miel.
FIN

9º PREMIO
ANTONIO GONZÁLEZ EXPÓSITO
Los gemelos
En un pueblo de la provincia de Lérida, la mujer del maestro de escuela Don Luis, estaba a punto de dar a luz.
Los nueve meses de embarazo habían sido malísimos. Le habían dicho que traía dos criaturas. Se tiró seis meses del sofá a la cama y con muchas angustias. Tuvieron que hacerle una cesárea y todo salió muy bien. Tuvo dos hijos gemelos idénticos. Cuando se los enseñaban a la madre, primero uno y después el otro, bien fuera por la anestesia que todavía le quedaba, al e dijo: - ¡No, el otro, que este ya lo he visto!
Los que estábamos allí, el médico, el marido y los demás que la asistieron se echaban a reír. Le dijo el marido: - Carmen son los dos iguales, como dos gotas de agua.
Los niños crecían y la madre los vestía igual, tenían los mismos gustos y las mismas manías. Llegó el momento que no conocías quien era el uno o el otro. Una de las veces que los llevó al médico para reconocerlos (se habían resfriado y les dolía la garganta. Si le dolía a uno, le dolía al otro) el médico dijo: - ¡Así no podemos continuar con los chiquillos! Tenéis que saber en el momento que los miréis quien es Luis o Juan. La madre le dijo al médico: - La semana pasada los cambié de ropa y creyendo yo que al que le había puesto la ropa diferente era Luis, lo llamé y me dijo que era Juan, entonces lo cogí, lo abracé y me eché a llorar.
Cuando vino de la escuela le dijo a su marido: - Luis no podemos continuar así con nuestros hijos. Tiene que haber algún método para saber quién es el uno o el otro.
Luis hablando con sus compañeros les dijo: - Tenemos mi mujer y yo un problema bastante fuerte. Mis hijos ya sabéis que son gemelos idénticos. Entonces un compañero le dijo que tenía un amigo que era doctor y le pidió cita para que viera a los niños.
Lo primero que le dijo el médico fue que quería hablar con su señora y le pregunto si tuvo alguna manía fuerte durante el embarazo. La madre confesó que al escuchar la palabra ajo se le ponían los pelos de punta.
Al día siguiente fueron a la consulta con los niños y el doctor les dijo a los padres que se quedaran fuera. Se pasaron tres cuartos de hora y al salir dijo el doctor: - ¡Aquí les presento a Juan y a Luis! Carmen y Luís se quedaron atónitos. El médico les dijo que lo que no podía oír Carmen durante el embarazo se lo había dicho a uno y se había quedado impasible, en cambio el otro, había puesto mala cara. Rápidamente le pregunté su nombre y me dijo que se llamaba Juan. Entonces cogí una pegatina con su nombre y se la puse al lado de la solapa de la chaqueta donde se viera bien. También les dije que ya son mayorcitos para que se estén riendo de todos y mayormente, de sus padres y creo que se lo han tomado en serio.
Todo marchaba bien y una mañana de sábado se presentó en su casa un señor que preguntó si vivía ahí un hombre que se llamaba Luis y era maestro de escuela. Luis dijo que era él. Entonces el hombre le dijo: - Tú no me conoces, soy un tío tuyo que hace mucho tiempo se fue a Australia y soy hermano de tu madre. En ese momento entraron los hijos de Luis. Al verlos su tío dijo: -¿Estos son tus hijos? ¡Pero si son iguales! Sobrino, mi mujer tuvo tres hijos, dos niñas y un niño. Mi hijo se casó y tuvo dos hijos idénticos y tenían el mismo problema que vosotros. Allí en ese aspecto están muy adelantados. Todas las personas que nacen gemelos tienen que llevar su nombre visible para que todo el mundo lo vea. Así nunca hay problemas. Estos nietos míos hubo un tiempo que uno llevaba un mechón blanco en la cabeza. Luis, ahora son pequeños, ni ellos mismos se dan cuenta, conforme se vayan haciendo mayores ya verás cómo cambia todo. Me gustaría ver a tus padres. Por cierto, ¿viven mis padres?
Luis le contó que su abuela había muerto hacía ocho años y su abuelo estaba en una silla de ruedas pero tenía la cabeza muy bien. Esa tarde irían para que vieran a sus nietos. Cuando llegaron Luis dijo a su abuelo: - Aquí te traigo a los gemelos y a este señor también a ver si lo conoces. El abuelo lo miró y dijo: - Su cara me es muy familiar. Hijo ¿eres tú? Aquél que se fue hace 30 años. Si papá soy yo dijo el hijo y se fundieron en un abrazo interminable. Hijo mío no quería irme sin haberte visto.
Después fueron a ver a la madre de Luis a la Finca. Los nietos llamaron a su abuela y apareció una mujer con un delantal blanco de unos sesenta años, con el pelo un poco blanco, la cara muy agraciada y una eterna sonrisa. De joven tenía que haber sido muy guapa. ¡Me habéis pillado haciendo la comida! Dijo la abuela, se agachó a besar a sus nietos y cuando levantó la vista vio a un señor trajeado que lo reconoció como su hermano Felipe. Se abrazaron y Felipe le dijo: ¡Cuántas veces he soñado con este abrazo!
Se quedaron a comer y cuando terminaron dijo el padre: - Felipe hijo mío, ¿cómo te ha ido en estos años? Padre yo no puedo mentirte, dijo Felipe. Al principio muy mal, pasando muchas necesidades. Cuantas noches me acostaba sin cenar porque no tenía nada que llevarme a la boca. Me acordaba mucho del hijo pródigo. Llegó un momento, que las faenas que nadie quería hacer, las hacía yo. El capataz decía que todas las faenas peligrosas que los demás no querían hacer, que las hiciera el español. Un día me llamó el capataz para que fuera a hacer unas faenas en una finca el domingo a las 8 de la mañana. Al llegar dije que como las faenas eran peligrosas, me tenía que pagar el doble y que yo cobraba por hora y solo podría hacer el trabajo, los sábados y los domingos. Y así empecé a hacer dinero. No te puedes figurar, padre, las horas que echaba haciendo el trabajo que los demás no querían. Formé una familia, dos hijas y un hijo. Ellas se casaron y tuvieron dos hijas una y dos hijos la otra. Se casó mi hijo y su mujer tuvo dos hijos gemelos, como dos gotas de agua. Yo quiero hablaros de la finca aquella que un día me encapriché de ella. Si supierais que no se me ha ido de la cabeza ni un momento. Ahora, después de mucho trabajar y pasar tantas calamidades, he reunido dinero para comprarla. ¡Cómo está la finca Felipe! Dijo su hermana. Si vieras cómo está, da pena verla. Casi todos los obreros que tenía se fueron al extranjero y se fue abandonando. Vale ahora mucho menos que valía.
Fueron a ver al administrador en pocos días y la vendió. Los gemelos crecían y optaron porque el del mechón de pelo blanco sería Juan y el otro Luis y así la gente los reconocía. Se enamoraron de la misma muchacha, Carmen, morena con ojos enormes y muy simpática. Ella tenía un dilema muy grande porque le gustaban los dos y tenía que decidirse por uno. Les dijo que les gustaba mucho y que no podía estar con los dos. Juan dijo que uno de ellos podía verla de lunes a jueves y el otro de viernes a domingo. Ella les dijo que no podría llevarlos a los dos y entonces vino la clásica discusión entre hermanos de yo la vi primero. Carmen les dijo que se callaran que parecían unos chiquillos y eligió a Juan. Los hermanos llevaban gorras y se tapaban el mechón pero Carmen siempre les decía que se quitaran la gorra.
A los dos hermanos les gustaba escalar la montaña y todos los domingos salían muy bien preparados. Empezaron a subir y la noche anterior había llovido mucho, Luis iba el primero y su hermano le decía que llevase cuidado que estaba muy resbaladizo. A Luis le gustaba la emoción que eso le producía y alertó a su hermano de algunas piedras sueltas. Al llegar a ellas, todas las que pisó Juan cedieron y cayó mientras chillaba llamando a su hermano. Luis bajó lo más rápido que pudo y cuando alcanzó a su hermano se dio cuenta de que llevaba una brecha muy grande en la cabeza
y estaba inconsciente. Llamó a una ambulancia. Antes le había taponado la herida para que no saliera la sangre y lo llamaba sin parar: - ¡Juan Juan, eres muy atascado siempre quieres salirte con la tuya! Anoche te lo decíamos los padres y yo. Ha llovido, a la montaña no. Tú decías que si salía el sol, con el aire que corría en poco tiempo se iba a secar todo. Porque naciste antes que yo siempre dices que eres el mayor y tienes todos los privilegios.
La operación de la cabeza fue muy aparatosa, el cirujano dijo que había salido todo bien y que tendría que llevar una cicatriz para siempre en la cabeza. Mientras estaba convaleciente, Luis iba a ver a Carmen, la novia de su hermano. Le gustaba mucho y lo pasaba muy bien con ella. Ella le
f
preguntaba cómo estaba su hermano. Él le decía que no se espabilaba que aún tenía para rato. Carmen le decía: Tengo muchas ganas de verlo, no te lo tomes a mal pero a él lo vi primero. Te has hecho pasar muchas veces por él. Cuando me besabas notaba que tus besos eran distintos a los de él. Tú me cogías y me clavabas un beso fuerte, casi brutal y el de tu hermano era lento, suave, interminable. En eso sois muy distintos.
El accidente de Juan no fue muy grave. La herida de la cabeza se fue cerrando y con el tiempo, el pelo la fue cubriendo y no se le notaba nada. En cambio, la que tenía en la frente no le gustaba mucho. Carmen, su novia, iba a verlo con frecuencia. Él le dijo: - Cuando salga del hospital y me encuentre mejor, nos casaremos. Entonces ella le contestó: - De eso quería hablarte Juan. Tengo unos parientes mayores que tienen una granja de vacas, cerdos, pollos y gallinas. Quieren que yo me haga cargo de ella. Tiene sus obreros y está mecanizada. Está en la ladera de la montaña, rodeada de árboles y de flores, aquello es precioso Juan. De joven yo me pasaba casi todos los veranos allí. Ya sé que nosotros no entendemos de eso. Cuando te den el alta y estés más fuerte, un domingo vamos a ir a verla. Juan le confesó que no se hacía a la idea de pasarse lo que le quedaba de vida criando cerdos u ordeñando vacas. Ella le dijo que cuando la viera se enamoraría de ella, del cantar de los pájaros, de la cantidad de hierba que tenía, de la montaña con las cascadas de agua fresca cristalina. Le contó que uno de los veranos, que estuvo allí, en agosto, subió con su abuelo la falda de la montaña. Al subir un trecho se acostaron en la hierba y vieron las estrellas. Ella le dijo a su abuelo: - ¿Has visto algo tan bonito? ¡Es impresionante! Parece como si estuvieran vivas, no paran de moverse. Esto tendría que verlo todo el mundo. ¿Tú crees que una persona puede hacer esta maravilla? Nadie puede hacerlo. Sólo un dios inmensamente poderoso. Abuelo, se ha movido una estrella, pide un deseo. Su abuelo le dijo: - Ya sabes que los deseos que se piden con las estrellas tienen que ser de verdad. No quiero que te pongas triste, a ver, dímelo. Carmen le contó que no quería que se divorciaran sus padres porque discutían mucho. Antes cuando se iba a trabajar, su padre besaba a su madre y ya no lo hacía. Los dos se abrazaron fuertemente y comenzaron a llorar.
A Juan le dieron el alta en el hospital y aún llevaba la cabeza vendada. Cuando le quitaron el vendaje la herida había cicatrizado bien pero se le había quedado una señal grande en la frente un poco hundida. Estando ya bien, una tarde que estaba toda la familia reunida incluida la novia, dijo la madre: - Los designios de Dios son inescrutables. Tuvo que venir el accidente para que de ahora en adelante sepamos que tú eres Juan y no Luis. Todos se echaron a reír. Aprovecho la ocasión dijo Juan, para deciros que Carmen y yo queremos casarnos y queremos irnos a vivir al campo. Un tío suyo mayor, le ha dejado una granja en plena producción. Carmen dice que aquello es precioso, si queréis podemos ir un domingo a verlo. Quince días después fueron a verla. Cuando llegaron vieron que era precioso. Juan sentado a un árbol enorme lloraba de emoción. Carmen se sentó a su lado y le dijo que cuando se casaran le diría al párroco que fuese y bendijese una pequeña parcela pues quiero que cuando me muera me enterréis aquí.
Se pasó el tiempo y se casaron. Los periódicos decían que se había casado uno de los famosos gemelos, el que tuvo el accidente en la montaña. Se fueron a vivir a la granja y al principio les costó adaptarse a esa vida. Ella quedó embarazada muy pronto y tuvo una niña que llenó la casa de alegría.
Pasaron los años y tuvo otro hijo. El bautizo lo celebraron como el de la hija, en la granja, debajo de los árboles. Todos los que fueron quedaron maravillados de tanta belleza.
Juan llevaba varias semanas doliéndole el pecho de un mal resfriado. No hacía caso y decía que no era nada y Carmen estaba muy preocupada. Lo había llevado varias veces al médico, que le mandó reposo.
Tenía varias vacas preñadas. Los obreros cuando terminaban la jornada se iban y él tenía que quedarse todas las noches a cargo de ellas por si parían. Era el mes de enero y estaba lloviendo mucho, con un aire tremendo. A una de las vacas se le ocurrió esa noche parir. Era primeriza y no paraba de valar o bien porque tenía miedo o porque le dolía mucho. Los hombres ya le habían dicho lo que tenía que hacer cuando llegara el momento pero Juan no se encontraba bien. Se puso el termómetro y tenía 39 de fiebre. Su mujer estaba dormida. Llovía a cántaros. Se puso el impermeable y fue a ver lo que pasaba. Cuando lo vio entrar, la vaca se calmó un poco. Se puso a hablarle y parecía como si ella lo entendiera. Apretó fuerte y cayó sobre la paja un ternero grandísimo. Empezó a quitarle el telo que llevaba por la boca y las narices para que respirara bien.
Se fue pasando el tiempo y Juan cada día se cansaba más. Había envejecido muchísimo. Él tenía la costumbre de sentarse debajo del árbol que tenía en su casa. Era enorme y siempre estaba lleno de pájaros de todas clases. Era un cantar sin parar, con los trinos de los pájaros él se quedaba dormido. Siempre tenían que llamarlo para cenar. Su mujer lo llamó y no respondía. Mandó a su hijo a que lo llamara. A los dos minutos entró el muchacho asustado. Su mujer corrió a buscarlo, se arrodilló a su lado, pero Juan no contestaba, tenía la cara risueña de satisfacción, de plenitud, de estar conforme consigo mismo. La noticia corrió como la pólvora. Aquello se llenó de periodistas. Lo enterraron dónde él había dicho.
Se pasaron varios meses. Su cuñado Luis iba a verla y no paraba de decirle que se quedaba a trabajar allí. Ella le decía que eso no le gustaba y él le respondía que con estar junto a ella le bastaba y que quería casarse con ella. Ella quiso dejar pasar el tiempo porque era muy pronto y tenía la costumbre de que todo lo que pasaba en la granja se lo contaba a su marido. Juan, le decía, ha venido tu hermano Luis diciéndome que quería trabajar aquí porque seguía enamorado de mí. ¿Qué voy a hacer Juan? Parece que va en serio porque me ha pedido que me case con él. Yo por un lado le diría que sí porque tú ya te has ido. Tú sabes que aquí las noches son muy frías y muy largas, demasiado largas. Cuando me abrace, cerraré los ojos y pensaré que eres tú.
FIN