lunes, 30 de noviembre de 2015

primer concurso literario de microrrelatos.FALLO

PRIMER PREMIO
MARÍA ENCARNA RUBIO GONZÁLEZ
EL SUPERVIVIENTE
iSigue adelante, no mires atrás! Eres el superviviente... iCon el fusil al hombro y la mirada perdida en la distancia, no era momento ni de llantos ni de nada que no fuese tratar de sobrevivir. Con el alma rota después de ver la muerte de frente, cara a cara, tragando su aliento, su hedor. Al sentirse vivo, fluían en su mente perdida las escenas vividas en la terrible batalla... ¡Todo era sangre, lamentos! Las bombas caían del cielo al tiempo que las metralletas barrían a todos que caían como moscas. Los campos yermos se regaban con la sangre de sus compañeros muertos. ¡Un batallón entero había caído ante sus aterrorizados ojos. ¡Brazos, piernas, cuerpos mutilados por doquier...¡Todos muertos, todos menos él!
El silencio el hambre y la soledad seguían sus pasos. Se le abría ahora la incógnita... ¿Sería ésta también su última batalla? Si no lo habían hecho los tiros, ¿acabarían éstos con él?
El cansancio y el hambre mordían sus entrañas bajo el ardiente e implacable sol. --¡No te rindas, sigue adelante, no te rindas!, oía una voz interior que decía sin cesar.
No se rinde fácilmente un soldado que a los siete años de vida ya se ganaba el pan. Nacido en un pueblo agrícola emplazado a la orilla de la vega del río, todos los vecinos tenían parcelas para cosechar lo que necesitaban para vivir. Los carros con las muías paseaban a diario las calles dejando los excrementos esparcidos por doquier. Los niños de las familias menos aventajadas los recogían a capazos para abonar las tierras de cultivo. Siete capazos de estiércol tenía que recoger antes de desayunar. Para nada le afectó el trabajo desde su infancia, era fuerte y alegre, y se vanagloriaba: "en mi casa nunca faltó de nada"
Ahora, en una guerra cruel entre hermanos trabajaba matando en las trincheras. ¡Le obligaban a ello! A veces, se consolaba pensando que lo hacía por una causa justa, buscando un mundo mejor para todos. Ahora, le tocaba batallar solo, perdido por los campos solitarios, kilómetros y kilómetros de tierras secas y yermas.
Caminando ya al límite de su resistencia física, una palmera en la lejanía abrió una brecha a la esperanza. Pronto se divisaba una casa solariega. Llegó a ella temeroso con el fusil dispuesto. Estaba desierta. Inspeccionó los alrededores buscando algo comestible.

 2º PREMIO JUAN MANRIQUE RUBIO
RICOS Y POBRES
Pasados setenta y tres años de mi vida y casi toda trabajando, he tenido lugar de poder observar a las personas que más trabajaban, a las que trabajaban poco, y a las que no hacían nada.
Es curioso ver, cuando observas a una persona: le sigues sus quehaceres diarios, la forma de moverse, la forma de trabajar, cómo forma una familia, se hace con una vivienda, cría a sus hijos, los educa para que estos sepan desenvolverse el día de mañana hasta que ellos comiencen a hacer el mismo recorrido que hicieron sus padres.
Pues para mí, esas son las personas más ricas del mundo. ¿Por qué? Pues porque el que vive de su trabajo hasta que se jubila y ha conseguido lo que se proponía, es rico para toda la vida. De eso se preocupaban los padres de antes, de darles a sus hijos aquello que verdaderamente necesitaban, y de darles una educación basada en el respeto hacia los demás y a los valores de la vida. No pensemos que el dinero es el único valor que existe, no es así, el dinero ayuda a llevar una vida más cómoda, a tener ciertas cosas que son primordiales, y que sin el dinero no las puedes tener.
También he podido observar a personas muy ambiciosas que no se han conformado con lo que han ganado con su trabajo, y se han aprovechado de su puesto de trabajo para lucrarse para poco a poco y sin que nadie se dé cuenta formar un capital oculto y así poder ser rico, ¡qué ignorancia!, la persona que hace eso no termina siendo una persona rica ni una persona pobre, pero sí que termina siendo una pobre persona, de la cual nunca tendremos buenos recuerdos.
Una nación es rica cuando todos los ciudadanos sanos en edad de trabajar están trabajando. Cuando una nación comienza a tener paro, comienza a empobrecerse, y cuando una nación tiene mucho paro, lleva camino de la quiebra.



3º PREMIO JOSÉ ANTÓN MUÑOZ

RELATO DE UN ABUELO
Uno nace, crece y se hace mayor.
Llegado el momento, se echa novia, se casa.
Tiene hijos, a veces dos.
A sus hijos, les pasa igual.
Pero sus hijos, son tus nietos, a los que tienes que cuidar.
Al principio en tu casa, hasta que tienen edad.
Después a la guardería, los tienes que llevar.
Recogerlos a medio día, a las doce y media puntual.
Cuando son algo mayores, a la escuela gradúa.
Recogerlos según el ciclo, que no para de rodar.
Unas veces a la una, otras a las dos ya das y si van a comedor, a las tres y
media pasas.
Dos veces a la semana, por las tardes, a las clases de inglés, para que aprendan idiomas y no sean como sus abuelos, que apenas saben leer.
Otras dos tardes al baño, para aprender a nadar, nosotros, lo hicimos en la
acequia o el brazal.
Otras dos tardes, al baile para aprender a bailar.
Después en las fiestas más nombradas, salen a representar todo lo que han aprendido, durante esa témpora, donde va toda la familia a verlos,
los abuelos sin faltar.
Después se hacen mayores y de nosotros, no se llegan a acordar. -¿Habéis ido a ver a los abuelos?, les preguntan sus papas.
-¡No he tenido lugar, he estado muy ocupado con el ordenador y las
máquinas de jugar!

Historia de uno de tantos abuelos, y todavía hay mucho más. A mis nietos con todo el cariño, para que no se olviden de mí.















4  MARÍA EUGENIA CHASER IRIBERRI
MI PRIMER INVIERNO AL SOL
Había llegado septiembre. La mayoría de los turistas habían vuelto a sus lugares de origen. Sólo quedábamos nosotros, los afortunados que podíamos prolongar indefinidamente nuestras vacaciones. El agua del mar iba paulatinamente enfriándose, ya no apetecía tanto meterse y hacer unos cuantos largos. Algunos días, más que otros, se notaba cómo poco a poco el otoño iba acercándose. ¿Y qué hacer con todo el tiempo libre que teníamos por primera vez en la vida?
Comenzamos con una excursión, anunciada en la puerta de un supermercado, a una ciudad alicantina cercana. La mayor parte de las personas con las que compartíamos el autobús eran extranjeras, sobre todo alemanas. Algunas chapurreaban un poco el castellano. Yo me atrevía entablar conversación con una señora, de nacionalidad suiza, cuyo idioma materno era el alemán, pero que, como la mayoría de sus conciudadanos, se desenvolvía bien en otra de las lenguas que se hablan en los distintos cantones. Para mi suerte, ella dominaba el francés. Y en ese idioma estuvimos hablando durante casi todo el día. Antes de separarnos, le dije si no quería intercambiar conocimientos conmigo: yo podía enseñarle español y ella podía hacer lo mismo con el alemán. No vivíamos demasiado alejadas una de la otra y con el tiempo veríamos con qué asiduidad podíamos realizar las clases. Nunca antes se me había ocurrido estudiar esa lengua. La encontraba, tonta de mí, apta para hablar con los caballos, para militares obtusos y gente bruta. La verdad es que su fonética suena un poco fuerte y algo ruda a nuestros oídos. Esta fue la primera tarea de mi primer invierno al sol: descubrir los secretos de la lengua de Goethe. Recuerdo que al comprar mi primer libro, titulado "Langenscheidts Grundwortschatz, Spanisch", la dependíenta, me dijo en un tono de conmiseración: -¡Pobres alemanes, tener que bregar con semejante lengua!
La parte de desarrollo cognitivo estaba cubierta. No sólo para ese primer invierno sino para unos cuantos más. Había que pensar en algo para no entumecerse. Mi compañero lo tenía fácil: es un forofo de la bicicleta, ha sido siempre su gran hobby, su gran pasión. Y yo era incapaz de montarme sobre dos ruedas. Quedaba en mi subconsciente un terror a semejante artilugio desde que mi hermano pequeño perdió la vida en un aciago accidente con una bicicleta.
Nuestro lugar de residencia se encuentra a 5,5km del comienzo de una lengua de tierra que separa una preciosa laguna de agua salada, del mar Mediterráneo. Si quieres desplazarte a cualquier sitio, tienes que tener unas potentes piernas o algún medio de
locomoción. Una vez descartado el coche, mis piernas no daban para más de unos lOkm. ¡Tenía, de una vez por todas, que aprender a andar en bici! Fuimos, mi compañero y yo a un pueblo llamado La Palma y allí, él escogió la bici más adecuada para iniciarme. Resultó un verdadero fiasco. Era grande, con un manillar demasiado plano y bajo y yo, allí encaramada y con todo el miedo del mundo encima, era incapaz de andar más de cinco metros. Le convencí para que compráramos una más pequeña y confortable y esta vez acertamos. El entrenamiento fue difícil. Escogimos dos pequeñas calles paralelas, muy poco frecuentadas, a las que denominamos velódromo, y allí iba yo, mañana y tarde a trabajar de lo lindo. Tuve varios aterrizajes forzosos, pero sin consecuencias.
Cuando mi entrenador personal lo creyó oportuno, tuve que comenzar a subir pequeñas cuestas. Mi corazón se ponía a cien, llegar a lo alto de aquella pequeñísima cuesta suponía para mí una verdadera hazaña. Así que repetí el ejercicio cientos de veces hasta que conseguí mi primer "progresa adecuadamente". La primera salida importante fue a un lugar denominado El Camping situado a unos lOkm. Era también la primera vez que salía a la carretera. El viaje de ida fue una prueba de resistencia en toda regia: agarraba el manillar con todas mis fuerzas, contenía la respiración cada vez que un coche me adelantaba y hacía grandes esfuerzos por no pararme en seco. Cuando llegamos al Camping y me apeé de la bici, mi corazón latía con tal fuerza que la cabeza me daba vueltas y mis piernas me temblaban tanto que tuve que sentarme en el bordillo de la acera. Paseamos un ratito por aquel precioso lugar y ya más tranquila, regresamos a casa. El viaje de vuelta fue mucho más llevadero.
Con la bici, conseguimos conocer pueblos y parajes preciosos, hablar y conversar con toda clase de personas, disfrutar de un aire purísimo y de un sol reparador. Las excursiones fueron siendo cada vez más largas, aunque nunca superaron los 50km.
Tras mucho practicar, recibí el título de ciclista el día que conseguí ascender el MontBIanc, el punto más elevado de la lengua de tierra, llamado el Monte Blanco. Desde que nos instalamos definitivamente en Santomera, la bicicleta me ha permitido conocer tantas cosas, parajes, pueblos y amigos que doy gracias a mi entrenador, casi todos los días, por el regalo que me hizo al enseñarme a utilizar y servirme de esa pequeña máquina, durante ese PRIMER INVIERNO AL SOL.

ROSARIO MARTÍNEZ CANDEL 5
VIVENCIA
Nunca imaginé que una noche pudiera cambiar radicalmente mi vida...
Suena el despertador. A tientas silencio el timbre. Me desperezo. Qué placentero resulta desentumecer los miembros y retozar un poco en la cama, sobre todo si no tienes que salir corriendo porque se hace tarde.
Hoy empiezo mis vacaciones de verano. Las necesitaba, ya que hemos tenido un invierno muy duro en el trabajo.
Me pongo las gafas que están sobre la mesilla y doy al conmutador de la lamparita de noche. De la oscuridad absoluta que reinaba en la habitación paso a una luz blanco-agrisada opaca. -¿Qué me ocurre? No veo nada, todo está blanco...- todo mi cuerpo tiembla de miedo y del estómago me sube una angustia hacia el pecho y la garganta. No sé qué me puede estar pasando.
Impulsivamente, me levanto de la cama y, con los brazos extendidos para no golpearme en los muebles de la habitación, me dirijo al baño. Palpando doy a la luz. Nada, todo blanco. Me lavo los ojos, limpio las gafas... -¿pero qué haces, Sara? ¡Estás perdiendo la lógica! ¿Acaso crees que lo que te ocurre es un problema de prótesis? — Me resisto a pensar que sea algo grave e irreversible.
Sin embargo, mi cuerpo dice todo lo contrario. Estoy temblando y el corazón parece que va a estallar. Mentalmente repaso la noche anterior: -cena de verdura a la plancha, de postre manzana... tomo la medicación.., ¿me puse las gotas para la hipertensión ocular?... sí, lo recuerdo -.
Apoyada en la pared del pasillo quedo como paralizada, sin saber qué hacer.
Siempre había disfrutado de mi soledad. Mi casa limpia y ordenada, los libros, las películas que tanto me gustan. Ahora, en cambio, me pregunto temerosa... ¿y si esta situación fuera para siempre?
Tropezando en casi, todo llego al salón. -¡Vamos Sara!, ¡siempre has sido positiva! Recuerda cuando Julia, la niña que con tanto interés cuidabas en la UCI, perdió la vista por su gran prematuridad. Cómo consolabas a su madre diciendo que, aunque les esperaba un largo y duro camino, había recursos para favorecer a la pequeña; aprendería habilidades que suplirían en parte esa carencia. Que, a pesar de todo, podría sentirse bien y ser feliz, y sobre todo, lo que Julia podría aportar a su vida -. La niña había luchado por existir con su cuerpecito de casi 800 gramos. Toleraba el alimento, no había tenido fiebre en todo el proceso y sus pulmones, incapaces de ventilar, habían ido madurando y ahora eran autónomos. No debía perder la esperanza. La ciencia avanza rápido, tal vez, en el futuro, podría haber remedio para su retinopatía.
En aquel momento, observaste cómo las facciones de la madre se iban relajando y miraba a la niña de otra manera. La abrazaba, besaba y acercaba la carita a la suya... ¿recuerdas? Volviste a casa distinta, los colores del día tenían un brillo intenso y tú estabas llena por dentro...
Despacio, insegura, me siento en el sofá. Voy tanteando hasta encontrar el teléfono que está sobre la mesita, marco el 112; a continuación, lentamente, me quito las gafas, las deposito junto a este y llorando, más serena, espero la ayuda.
















6 MARÍA JOSÉ POMARES NAVARRO
DE MIEDO TAMBIÉN SE PUEDE MORIR
Este suceso se desarrolla durante la Guerra Civil española, en un pequeño pueblo perteneciente al municipio de Murcia.
Nuestra región durante la Guerra Civil pertenecía a bando republicano, es decir, defendía la legalidad elegida por todos los españoles, que era la República.
En la mayoría de los pueblos había locales de reunión llamados Casas del Pueblo, donde los vecinos acudían para charlar sobre las cosechas, para jugar al dominó, escuchar la radio e informarse de los acontecimientos locales, así como de las noticias que llegaban del desarrollo de la guerra. Nuestra Guerra Civil, fue una lucha de españoles contra españoles, en esta clase de conflictos se desatan, odios, se producen delaciones y traiciones que provocan muertes y rencores.
Una tarde Manuel que era primo de mi abuelo, entro en la Casa del Pueblo para asistir a la tertulia diaria, y al poco tiempo de estar allí leyó una nota pinchada en el tablón de anuncios que decía, "Manuel mañana vamos a por ti". Manuel al leer la nota se puso blanco como el papel, del miedo que invadió su cuerpo, pues entendió que al día siguiente lo iban a matar. Manuel se fue a su casa y se encerró en ella, no podía dormir, se sentía enfermo, a los cinco días Manuel murió. La familia extrañada por el comportamiento y muerte de Manuel, pregunto a los amigos que podría haberle sucedido, ya que Manuel era joven y estaba sano, los amigos recordaron la nota que Manuel había leído, contaron lo sucedido y también que la nota no iba dirigida a Manuel, el primo de mi abuelo, sino a otra persona que también se llamaba Manuel.






7 JOSÉ ANTÓN MUÑOZ
¿En qué mundo vivimos?
Todos los días escuchamos noticias relacionadas con la violencia  de género, contando que han asesinado a una, dos o tres mujeres en un mismo día a manos de sus maridos, amantes o compañeros.
Lo escuchamos como si se tratase de algo normal, sin apenas darnos
cuenta que es el mayor terrorismo que existe en nuestro país.
Los gobiernos de turno, tanto unos como otros, se gastan cientos de
millones de euros en defensa del terrorismo interno y extranjero, que
apenas sirve de nada.
A las mujeres víctimas de la violencia de género les dicen que llamen al
número de teléfono 016 para ayudarles en su caso.
Denuncian y, en la mayoría de los casos, como máximo condenan al
compañero con una orden de alejamiento que no se controla de forma
correcta, como se refleja por como acaban los casos.
Más de un cuarenta por ciento de las muertes ocurrieron después de
haber realizado la denuncia, llamado al teléfono de ayuda a las víctimas de
violencia de género. Después de varias muertes, en los debates de los
congresos deciden tomar medidas, pero no encuentran solución.
No sé si los dirigentes habrán pensado que con muy poco dinero se podría
arreglar, ¿Cómo? - poniendo una pulsera al maltratador, de esas que no se
pueden quitar, y otra a la mujer amenazada que cuando se encontraran a
-
menos de diez metros las dos, empezaran a sonar. De esa forma se podría
localizar, fácilmente, tanto al uno como al otro, pudiendo ayudar a la
posible víctima cualquier persona en la calle o los vecinos en su casa.
Esta idea se puede llevar a cabo obteniendo así menor terror en nuestras
vidas.
Los hombres que maltratan a las mujeres no son hombres ni son nada.






8 JUAN RODRÍGUEZ NAVARRO
MI PRIMER TRABAJO. UN PASTOR DE DOCE AÑOS.
El día 12 de Marzo del año 1950 empecé a trabajar de pastor en una casa de campo que se encontraba a 8 kilómetros del pueblo de Yecla. En esta casa estuve 15 meses. El jornal que me pagaban era de 50 pesetas al mes. Sólo me daban permiso para ir a mi casa cada 15 días, y lo hacía siempre andando. Regresaba el lunes lo más temprano posible para sacar el rebaño.
Aparte del jornal también me daban la comida, que por cierto no era tan buena como parecía, porque los dueños de esta finca también eran pobres y las tierras de las que disponían no les daban para más. El rebaño que yo llevaba se componía de cabras y ovejas^ con un total de 70 cabezas. Por cierto; ¡hay qué ver lo mal que se llevan estos animales cuando están mezclados!, y, sobre todo, cuando hace calor.
Cuando empecé a trabajar de pastor no tuve más remedio que aprender a hacerme la cama, que no era una cama como las de ahora, sino una colchoneta de tela fuerte rellena de paja de la que comían las muías; y ¡a dormir en el suelo!.
Todos los días había que levantarse temprano para ordeñar las cabras, y, a su vez, estos animales hacían sus necesidades dentro de la misma cuadra. De esta manera se aprovechaba toda la basura.
Cuando llegaba el invierno me ponían en un zurrón un poco de comida y una botella de agua. Era la comida de todo el día. Si hacía frío o llovía, no había más remedio que aguantarse. Encerrado el ganado, me tenían preparado algún trabajo, por ejemplo llenar la pajera, cortar alfalfa para las muías, sacudir ramas de olivera o picar esparto. Siempre había mucho trabajo.
Recuerdo que, a los ocho días de estar trabajando de pastor, coincidí con otro pastor en el monte, y nos pusimos a jugar, como chiquillos que éramos, sin darnos cuenta de que mi jefe me estaba vigilando. En aquel momento no me dijo nada, pero, cuando llegué a la finca, lo primero que me dijo fue que, si seguía haciendo lo que había hecho aquel día, no tendría más remedio que despedirme. En aquel momento me juré a mi mismo que jamás me volverían a llamar la atención, cosa que cumplí hasta el último día de estancia en aquella casa.
Muchos días, cuando sacaba el rebaño, me desplazaba a tres kilómetros o más, a unos montes en donde había bastantes culebras y algún otro animal. No eran peligrosos, pero sí que inquietaban algo. En verano era mucho peor porque me tenía que levantar mucho más temprano para salir lo antes posible, antes de que el calor apretase demasiado. Como poco había que estar a las once de la mañana en la finca. Después de encerrar el rebaño, tenía que sacar la basura de las cuadras de las muías y de la de las cabras. A las cuatro de la tarde, cuando el calor era menos intenso, sacaba de nuevo el rebaño y me desplazaba a unos dos kilómetros de la finca. Recuerdo que una noche eran las doce y no me había retirado.
En más de una ocasión me sorprendía alguna tormenta, y, si caía granizo, me tenía que aguantar sin poder refugiarme en sitio alguno. Un día de verano se me terminó el agua que llevaba para beber, y, ¡cómo me vería de perdido, que intenté beber de mi propia orina! Ya os podéis imaginar lo mal que lo pasé. En este mi primer trabajo fue cuando empecé a dormir en el suelo. Por cama tenía una colchoneta, como he dicho antes.
A los 15 meses de estar de pastor mi madre se hartó de que yo estuviese más tiempo en aquellas condiciones y decidió que dejase el pastoreo. Cuando le comuniqué al dueño que no iba a seguir más de pastor, se lo tomó muy a mal. Me preguntó en qué oficio iba a trabajar. Le dije que con los albañiles. El me decía que no sabía lo que iba a hacer, que si estaba loco. Finalmente tuvo que ir mi hermano Martín a recogerme y a por mi ropa, sin el consentimiento del dueño, que estaba muy enfadado.

9 JUAN RODRÍGUEZ NAVARRO

EMPIEZA MI VIDA DE EMIGRANTE
El día 3 del mes de Mayo del año 1955 fue mi primera salida de Yecla para trabajar fuera en la profesión de albañilería. La empresa era de Yecla y el empresario, Manolico, "El Rata" (el apodo decía ya bastante). Su empresa tenía una obra de cien viviendas para agricultores en el pueblo de Ayelo de Malferit (Valencia). Este señor, antes de darme trabajo, me hizo pasar unas pruebas de una semana en unas obras que tenía en Yecla. Si dabas buen resultado, te contrataba para la obra que había en Ayelo de Malferit, y, si no, te decía que de momento no le hacías falta, que ya te avisaría. En Yecla, antes de irme a esta empresa, ganaba veinticuatro pesetas en una jornada de ocho horas. El jornal que la nueva empresa me pagaba era de cuarenta pesetas al día, con una jornada de trabajo de diez horas en invierno y de doce o trece en verano; pero, ninguno de los que estábamos trabajando allí estaba dado de alta en la Seguridad Social.
Éramos unos veinte. Algunos estaban casados y se llevaron a sus esposas e hijos. La empresa alquiló una casa muy grande, tipo palacete, que disponía de bastantes habitaciones tanto en la planta alta como en la baja. Esta casa también disponía de un par de cuadras que estaban ocupadas por un montón de muebles, más bien viejos, y en desuso por parte de la dueña de esa casa. Por haber, había hasta dos perros galgos, a los que la dueña quería más que a su propia familia, que, por cierto, no era muy extensa. En una de las habitaciones nos acostábamos once compañeros; eso sí, en el suelo y cada uno en su colchoneta de paja. A los ocho días de estar trabajando en esta empresa me dio un cólico intestinal. Lo pasé bastante mal. Los que no teníamos allí a la esposa íbamos cada tres semanas a Yecla. El medio de transporte era un autobús que hacía el trayecto de Villena a Valencia y viceversa.
De Villena a Yecla utilizábamos un tren de vía estrecha que hacía el recorrido de Alcoy a Cieza pasando por Jumilla y Yecla. Si uno de estos autobuses llegaba al punto en donde estábamos y venía completo, nos subíamos a la baca del autobús. En aquellos tiempos estaba permitido. Los jóvenes nos lo pasábamos de lo lindo. El pueblo era pequeño. Nunca les habían hecho tantas viviendas de una vez. Los vecinos estaban muy contentos. Cuando llegamos, nos propusimos respetar las costumbres y a las personas que habitaban allí. El resultado fue magnífico mientras permanecimos en aquel pueblo. Recuerdo que en el año 1956, en el mes de febrero, España sufrió una ola de frío intenso que tuvo una duración de un mes. En el pueblo de Ayelo de Malferit no hubo ni un solo día en que no estuviésemos por debajo de los cero grados. Aún así, nosotros no paramos de trabajar ni un solo día. El agua que empleábamos estaba en unas balsas que había en la calle. Todos los días teníamos que romper el hielo y "garbillar" el agua para que no apareciesen trozos de hielo en los muros que estábamos enluciendo. Aún así, tan pronto como echábamos el yeso en las paredes, veíamos cómo se cristalizaba. En este pueblo de Ayelo de Malferit fue en donde yo vi por primera vez las fiestas de los toros sueltos por las calles, que son bastante divertidas y que se celebran en la primera semana del mes de Agosto.
El doce de octubre de 1956, festividad de la Virgen del Pilar, debería haberse celebrado en la plaza de toros de Valencia una corrida de toros en la que estaba programada la actuación del torero murciano Manuel Cáscales. En vísperas del Pilar hubo en Valencia unas grandes inundaciones. La corrida de toros fue suspendida. Durante el tiempo que duraron las inundaciones, la Región de Murcia (los huertanos) se volcó en ayudar incondicionalmente al pueblo de Valencia, y, sobre todo, con el burro Platero. En Murcia hubo una campaña benéfica a favor de los damnificados por estas inundaciones, y esa campaña recibió el nombre de "Platero".
El tiempo iba pasando, y el trabajo era cada vez más duro. El sueldo era el mismo, es decir cuarenta pesetas al día y doce o catorce horas en cada jornada. Recuerdo que en una semana hicimos la fachada de dieciséis viviendas a base de muros de piedra y ladrillos entre dos oficiales, un peón y yo amasando; algo impensable con los medios de que disponíamos por aquellos tiempos.
Como he comentado anteriormente, a Yecla íbamos cada tres semanas. Los domingos los dedicábamos a jugar al fútbol o a ir al único cine que había en el pueblo. Por aquella época estaban de moda las películas de Antonio Molina, y, como siempre, las del oeste. Los compañeros de más edad pasaban el rato jugando a las cartas o tomándose algún que otro litro de vino. De vez en cuando a alguno se le subía a la cabeza pero jamás se metieron en follón alguno.
Cuando llevaba once meses en aquella empresa, decidí irme a Yecla a trabajar.






10 ANTONIO J. MONSERRATE PÉREZ

AMIGOS

Transcurría el año 1988, un grupo de amigos seguidores del fútbol y en especial seguidores del Real Murcia, un miércoles día que siempre se reunían a comer, 5 de ellos decidieron hacer un viaje a Vigo donde jugaba el Real Murcia en Balaidos (estadio donde juega el Real Club Celta de Vigo).
Se pusieron en marcha reservaron hotel y adquirieron los correspondientes billetes de tren, quedaron a comer el viernes siguiente, para a continuación partir hacia Alicante con el fin de subir al tren, que les llevaría a su destino. Como casi siempre las comidas se alargaban y en ésta ocasión más aún, tenían que estar en la estación a las 19 horas, después de estar dando vueltas buscando donde aparcar el coche en el que se desplazaron, decidieron ir a la estación, donde llegaron a las 18'50 y aquí fue donde empezaron las anécdotas.
Dejaron el coche a la puerta de la estación, porque no encontraban aparcamiento, un taxista se dirigió a ellos diciéndoles que estaban en una parada de taxis y si lo dejaban allí, la grúa vendría a llevárselo, a lo que uno de ellos dijo, ya veréis como cuando volvamos está bien aparcado.
Subieron al tren, dejaron en los departamentos el equipaje y se dirigieron al vagón restaurante (que así le llamaban a una pequeña cantina). Transcurridas unas 2 horas, se dispusieron a cenar, ellos sacaron su cena que la llevaban muy bien organizada( tapes con gambas cocidas, nécoras, buey de mar, centollos etc.). Al ver esto el responsable del vagón, se dirigió a ellos y les dijo que no podían tomar nada si no era servido por (llamémosle cafetería). Ellos recogieron todo y comenzaron a pedir, uno de ellos preguntó si tenía gambas, la respuesta fue negativa, entonces sacó su tapes, lo mismo ocurrió con los bueyes, centollos, etc. una vez puesto todo en la mesa, le preguntaron al Sr. qué nos puede servir para cenar? La respuesta fue, hay montaditos de lomo, tortilla de patatas etc. (al descubrir los viajeros la poca cantidad que tenían, le dijeron póngalo Ud. todo(se quedó perplejo no sabía qué hacer) y ellos insistieron 'todo! Ah los huevos la mitad fritos y el resto en tortilla, les dejaron solo con agua. Una vez servidos este buen hombre les dijo: cuando les he visto subir al tren sabía que ésta noche tendría problemas.
Cuando empezaron a llegar clientes, pidiendo algo para cenar, el camarero les decía que no les quedaba nada y les señalaba a ellos y decía que no podía reponer hasta llegar a Zamora (2 de la madrugada), no obstante, los viajeros que pasaban entre ellos, todos fueron invitados y compartieron todo lo que llevaban. Todo esto lo hicieron porque hay mucha gente que está atendiendo al público y sobre todo por aquel tiempo en el que en los viajes largos el personal en lugar de hacer más agradable el viaje, lo hacían al contrario porque así se sentían más importantes salvo pocas excepciones.
Llegaron a Vigo a primera hora de la mañana, se instalaron en el hotel y tomaron un coche de alquiler. Se dirigieron a la Toja, a su llegada nada más cruzar el puente, se abalanzaron sobre el coche las típicas gitanas (muy graciosas ellas) ofreciéndoles collares y pulseras, intentando esquivarles, como los bordillos eran de granito con los cantos vivos, el piso de gravilla suelta, frenaron el coche y pisaron el bordillo, reventaron dos ruedas y con el consiguiente estruendo y la polvareda las ahuyentaron y ellos sufrieron también el correspondiente susto. Esto desgraciadamente ahora no hubiera ocurrido (en aquella época solamente estaba el hotel balneario, la fábrica de jabones y perfumes y la ermita) en mi reciente visita en un viaje familiar nos encontramos gracias al boom del ladrillo con edificios modernos, dúplex adosados, asfalto, aceras y las vendedoras en pequeñas tiendas de obra. ( nos han destrozado la isla seguramente más bonita de Galicia).
Se volvieron a Vigo no sin antes visitar Cambados y El Tropezón donde comieron en una taberna tipo venta de carretera, donde quedaron con un amigo gallego, aquello tenía un aspecto que no nos fuimos por esperar a éste amigo, una barra de 2 metros no parecía que tuvieran de nada, preguntaron que podían tomar mientras esperaban, la respuesta fue contundente lo que quieran y les sacaron vivo todo lo que el mar puede ofrecer, eso sí el establecimiento tenía un inconveniente el aseo estaba a cien metros y en aquel momento diluviaba.
Regresaron a Vigo, después de ver el partido de fútbol, se dirigieron al hotel a recoger sus pertenencias, tres de ellos se fueron a la estación mientras dos se quedaron en el hotel porque uno de ellos tenía que enviar a Murcia la crónica del partido. Tanto se alargó la crónica (debería ser buena) que cuando llegaron a la estación le vieron los pilotos al tren (lo habían perdido) seguía lloviendo como por esas tierras es habitual, cogieron un taxi y alcanzaron al tren en Redondela gracias a que paraba diez minutos, porque lo tomaron en marcha.
Una vez en el tren fueron al restaurante (el mismo con el mismo camarero) les recibió muy atento (le darían una buena propina) cenaron muy bien de lo que había y les dejó estar en este vagón hasta el destino jugando a las cartas (hecho que no ocurrió en la ida porque cerraba a las 12 de la noche).
Llegaron a Alicante y como esperaban el coche estaba muy bien aparcado y vigilado.