1º PREMIO
DESIERTO
2º PREMIO
PEDRO ANTONIO MARTINEZ ANTOLINOS
LA VEJEZ NO EXISTE
Juan tenía 66 años viudo desde hacía cinco, su vida
transcurría en una autentica monotonía,
se levantaba
a las ocho de la mañana y después de asearse y tomarse sus pastillas de la
diabetes, tensión y todas esas que nos tomarnos los que ya tenemos una
edad se hacía una tostada con
mantequilla o mermelada de melocotón y un buen tazón de descafeinado con leche.
Aproximadamente a las diez, se daba una vuelta de media
hora muy tranquilamente, pues le gustaba dar los buenos días a vecinos y amigos
con los que coincidía.
Seguidamente se dirigía al Hogar del Pensionista a leer
el periódico, pues le gustaba estar al día de todo lo que ocurría por el mundo. A continuación acompañaba a
algún amigo a la partida de dominó o hacían
una tertulia alrededor de una mesa discutiendo sobre el lema del día. Sobre las
dos de la tarde solía comer en e1 restaurante del Hogar, ya que su
condición económica se lo permitía. Así
pasaba la mañana un día tras otro.
Después de comer dormía la
siesta porque era sagrada, sentado
en su sillón viendo una película que casi siempre la dormía.
Por la tarde raramente salía, pues pensaba que iba a ser más
de lo mismo, y prefería quedarse en casa.
Una tarde le estaba dando
vueltas a algo que escuchó en una reunión de la tercera edad a la que estuvo
invitado: "La vejez no existe.
Alguno de nosotros envejecemos, de hecho,
porque no maduramos".
A partir de ese día se propuso dar un cambio en su vida y se apuntó a
un curso de dibujo que había
para mayores aprovechando los conocimientos que tenía sobre esta materia.
Todo transcurría con
normalidad, conoció a gente que ni siquiera sabía que fuesen del
pueblo, gente con inquietudes y casualmente llegó a sus oídos otra frase
que le cautivó; "La vida no es
corta; son las personas las que permanecen muertas demasiado tiempo".
Nuevamente Juan empezaba. a
pensar en esa otra frase.
Adela era una
mujer de 65 años viuda y que no
podía pasar el día sin hacer algo que llenara su
vida. Asistía a cursos de pintura, informática, canto, teatro etc. todas las
horas de ocio del día las tenía
ocupadas.
Había
pasado algunos meses y en diciembre había que presentar algo especial en el
curso de pintura.
El profesor pensó en pintar cuadros a dúo y es aquí donde Juan conoció con más interés a Adela. Lo
importante no era el premio si no que a Juan le estaba empezando a gustar Adela y no podía creer que a esa
edad pudiese existir lo que desde hacía unos días estaba sintiendo. Adela se
había dado cuenta y claro está con la sabiduría que tienen las mujeres en estas artes, lo iba cautivando poco a poco
y hacer que se sintiera bien con ella.
Esa noche Juan no vio la televisión ni leyó, soto pensaba si le
mandaba un mensaje o no por el teléfono, y se decidió y con la mano temblorosa
escribió; ''Envejecemos cuando lo
nuevo nos asusta", a lo que Adela muy
sabiamente respondió "Envejecemos
también cuando pensamos demasiado en nosotros mismos y nos olvidamos de
los demás". Él no esperaba esa respuesta tan directa y siguió diciéndole: "Envejecemos cuando nos cerramos a
las nuevas ideas y nos volvemos radicales", Y ella
respondió: "No existe la edad,
somos nosotros que la creamos. Si no crees en la edad, no envejecerás hasta
el día de tu muerte. Personalmente yo no
tengo edad, tengo vida".
Desde ese momento, todas las noches eran un ir y venir de mensajes hasta
que un día decidieron que sería mejor llamarse por teléfono para darse las
buenas noches, después hablaban
un rato y finalmente hablaban horas. Un día ella le dijo; ¿por qué no cenamos juntos y hablamos mirándonos a los ojos?, Juan
sintió que las mariposas volaban por su interior y la noche siguiente cenaron
juntos. Tras una larga, pero corta al mismo tiempo, velada llegó la
despedida y ella más picara que él le comentó que los buenos amigos se daban las buenas noches con un piquito, Juan
temblaba ante tal proposición y solo se limitó a cerrar los ojos y recibir la suave caricia de esos labios que jamás
podría pensar que pudiera besar.
Cuando llegó a casa, al ir a mandarle un mensaje de buenas
noches, tenía uno de Adela que decía; "No
dejes que la tristeza del pasado y el miedo del futuro te estropeen la alegría
del presente". Juan se quedó sin palabras y esa noche no
respondió.
Y llegó
la Navidad el día de Nochebuena cada uno cenaba con sus respectivas familias
pero ya
habían hecho planes para Nochevieja en un Hotel-Restaurante a unos veinte
kilómetros del
pueblo. Esa noche bailaron, siguieron los piquitos después de las uvas y llegó
la hora del regreso,
pero no regresaron, esa noche era tan bonita que no podían finalizarla con un regreso aburrido en
coche y decidieron quedarse en el hotel. Lo que ocurrió os lo podéis imaginar,
solo os diré que a partir de ahí fue una pareja inseparable y ya todas las
noches dormían
juntos.
La vida solo puede
ser comprendida mirando hacia atrás. Pero solo puede ser vivida
mirando hacia adelante. Haz del pasaje del tiempo una conquista y no una pérdida.
3º PREMIO
PEDRO ANTONIO MARTINEZ ANTOLINOS
LA AMISTAD ES
LO MÁS
IMPORTANTE
Paco y Antonio
eran amigos desde la infancia, De esos inseparables que siempre
contaba el uno con
el otro en todo. Ya casados solían salir todos los fines de
semana con sus
respectivas señoras,
si había que viajar siempre las dos parejas
iban juntas y muy
unidas.
Paco era hijo de una
familia muy adinerada del municipio que residía. Antonio
pertenecía a una familia
humilde, de ahí que a los doce años tuvo que empezar
a trabajar para ayudar a sus padres en
los gastos de la casa.
Pero llegó el fatídico
desenlace Juana la mujer de Paco falleció con 64 años
dejándole viudo con 65 años.
A partir de ese día sería su amigo
inseparable el que le haría compañía y le
ayudaría a superar tan
terrible pérdida. La amistad que se había formado desde
la niñez seguía fundida en estos momentos.
Paco pasaba muchos
ratos en el Hogar del Pensionista ayudando a hacer
actividades y lógicamente, si
alguna vez faltaba liquidez para contratar esta o
aquella atracción él siempre estaba
dispuesto a correr con los gastos ya que era
dueño de una gran
fortuna herencia de sus padres y fruto del negocio de la
construcción que había
llevado a cabo en un momento creciente.
Cuando Antonio se
quedó
viudo, a consecuencia de una enfermedad que ya
llevaba a lo largo
de muchos años
su mujer, pasó algo en sus vidas que nunca
imaginaron que
pudiera ocurrir aunque lo habían hablado en alguna ocasión
sin que sus
respectivas mujeres lo supieran.
Un día de los muchos que
se reunían, pues siempre iban juntos al club y les
llamaban "los
inseparables", retomaron la conversación que años atrás habían
tenido. Paco le había propuesto que si
alguna vez se quedaban viudos los dos,
podían vivir juntos el
resto de sus vidas sin preocuparse de nada Ese día
volvieron hablar de
lo mismo pero mucho más en serio que entonces.
Paco debido a su
gran fortuna podía
permitirse cualquier lujo, así que los dos
empezaron a
planificar su futuro a partir de ese momento.
Lo primero que
hicieron, con insistencia de Paco, fue ir a un notario y hacer
testamento a favor
de Antonio, pues no había tenido descendencia y la familia
que le quedaban eran
unos sobrinos lejanos que hacía más de quince años que
no veía, Seguidamente
fueron a los bancos para dar poderes a Antonio de toda
su fortuna, una vez
hecho todo esto se dispusieron a pensar cómo gastar toda
esa fortuna.
Contrataron dos
personas una para hacer las labores del hogar y otra para estar
acompañados por la noche
por lo que pudiera pasar. Ya tenían una de las cosas
más importantes,
ahora tocaba planificar sus vidas y así lo hicieron. Primero
hicieron varios
cruceros ya que a los dos les gustaba viajar. Después estuvieron
un año recorriendo
algunos países hispano americanos y recogiendo apuntes
para la publicación de un libro
sobre dos personas que eran amigos de verdad.
Tras vivir como
reyes Antonio cumplió 68 y Paco 69, ya era momento de parar
un poco tanta
locura. Un día
inesperado Paco dejó de respirar y no pudo
desayunar con su
amigo nunca más.
Antonio se hundió profundamente,
pero un día se despertó contento diciendo
"ya sé lo que voy a
hacer". Las personas que le rodeaban creían que se le había
ido la cabeza a
consecuencia de la pérdida del amigo, pero no era así.
Antonio llevó a cabo la segunda
ilusión que, en muchas ocasiones
habían hablado, era tan grande su
fortuna económica
y en propiedades que decidió llevar a feliz término la misión.
Destinó uno de los
edificios que tenía vacíos de ocho plantas para crear un
hogar para personas
jubiladas con toda clase de juegos, actividades, cafetería,
gimnasio,
biblioteca, teatro etc. Solamente puso como condición que se llamara
"Fundación Paco" y para
que no faltase nunca manutención depositó una fuerte
cantidad de dinero
en una cuenta destinada a dicha fundación para que durante
diez años no faltara de
nada.
La segunda cosa que
habían
hablado era una casa de acogida para personas sin
techo en una mansión de 2000 metros
cuadrados con una cantidad grande de
habitaciones donde
poder acoger a esas personas y darles desayuno y cena.
También puso una
condición y es que se llamara "Centro de acogida Antonio",
destinando la misma
o parecida cantidad de dinero para dicho centro.
Dos años más tarde Antonio falleció y en su testamento
dejaba toda su fortuna a
los dos centros que
con tanta ilusión
habían planeado Paco y Antonio.
Pero en el
testamento había
una condición: que les enterraran a los dos en el
jardín del centro de
acogida en un mausoleo pequeño pero lujoso y que
siempre, y mientras
hubiese crédito
suficiente para mantener los centros -que
según los estudios
económicos de las personas encargadas del mantenimiento
creían que sería más
de cien años hubiese dos velas enormes encendidas día y
noche.
Y esta es la historia de dos amigos que
dejaron todo para que otros lo disfrutaran
y así demostrar que la
amistad y la solidaridad es una de las cosas más
importantes de la vida.
4º PREMIO
JOSÉ ANTÓN MUÑOZ
EL AMIGO INSEPARABLE
Desde muy temprana edad contamos con su amistad. No se aleja de nosotros ni un instante.
A él
tu vida le da igual, no le importa que te encuentres en cualquier festejo; cenas,
comidas, bautizos, comuniones, decesos, celebraciones amorosas,... Sin
poner reparo, no nos deja ni un momento, ni cuando estamos durmiendo.
Es un amigo continuo y fiel, no nos abandona por otro aunque éste sea más
grande y guapo.
No se aleja de nuestro lado por mucho que lo intentemos, aunque lo anheles
con ahínco, con rabia o
desesperación.
Consultamos con amigos, vecinos y médicos incluidos.
A éste amigo nada le importa, él
sigue su camino, que consiste en
no separarse de
uno ni un minuto.
Lo intentamos de todas formas, y no nos hace caso, sigue con lo suyo sin importarle un carajo lo que nosotros
queramos, no te abandona ni un segundo en ninguno de los casos.
Existe mucha gente empeñada en intentar alejarlo; médicos, cirujanos,
curanderos, curas y obispos... y a nadie le hace caso.
Nadie encuentra la forma de poder apartarlo. Cuanto más te quiere él y
más se apega a ti, tú con más fuerza llegas a odiarlo, con desesperación, angustia y un sabor
amargo.
Nos tomamos medicinas, ungüentos, cataplasmas y todo lo que nos dicen
para ver si lo alejamos.
Lo tenemos en los brazos, pies en la cabeza, espalda, manos, en todas
las partes de nuestro cuerpo, sin dejar ningún pedazo.
De él
nadie se libra, ya sea agricultor, albañil, profesor, monaguillo, sacristán, cura o
papa, hombre santo ni mundano siquiera, por mucho poder que tenga, dinero o un escaño.
Aunque lo puedes alejar, nunca es por mucho tiempo, siempre regresa a tu lado.
Maldecimos a ese amigo que no desea dejarnos, por mucho que lo intentemos
o mucho empeño que pongamos.
Algunos han
perdido la vida para poder remediarlo. Es un amigo
maldito, que nos hace mucho daño.
Tiene muchos
nombres, cuál
de ellos más ingrato. Cada cual tiene el suyo y sabe como nombrarlo.
Creo que sabéis quién es ese
amigo tan constante, que no nos deja en la vida ni tan siquiera un instante.
Por si alguno lo
ha ignorado..."Soy el Dolor" en todas las formas y me encuentro en todos lados, sin dejar ni un pedazo.
Aunque tú lo aborrezcas,
él se nutre en tu regazo. Igual le da que seas pobre, rico, alto o bajo.
Dichoso el que no lo tiene, que no intente buscarlo.
5º PREMIO
JUAN MANRIQUE RUBIO
LOS ABUELOS
Si no hay hijos tampoco pueden haber abuelos, por lo tanto si uno
quiere ser abuelo tiene que formar pareja con una
mujer, intentar dentro de las posibilidades económicas
de la familia tener un determinado numero de hijos, criarlos, cuidarlos, alimentarlos, y
darles una educación adecuada. De esa forma, nuestros hijos siguiendo
nuestro ejemplo, también formaran pareja, tendrán hijos y nosotros nos convertiremos en
abuelos.
No hay cosa más hermosa en esta vida, que la de ver venir al
mundo a los hijos, y después a los nietos. De todas las cosas de valor que hay
en esta vida, pienso yo, que una de ellas es la de ver venir al mundo a los hijos
y a los nietos.
Un matrimonio sin hijos, es como tener un jardín sin flores.
También es cierto que hay parejas que por diversas circunstancias de la
vida no han podido tener hijos, pero la mayoría de ellos lo acogen en adopción,
que al final de la vida te das cuenta que es prácticamente lo mismo, son sus
hijos, y los hijos de sus hijos son sus nietos, por los tanto que no
tengan las parejas complejo alguno en adoptar a una criatura, al final nos dan las mismas
alegrías y penas los unos y los otros.
Cuando nos vamos haciendo mayores, es cuando más cuenta nos
damos, al ver los nieto
te vienen a la memoria secuencias vividas de cuando uno era niño y estaba con
sus abuelos, también ellos disfrutaban con nosotros, y jugaban y se reían que
buenos recuerdos.
Pero para conseguir todo eso no solo hace falta el cariño el cuido y la
atención a los hijos
y a los nietos. También hace falta inculcarles una educación basada en es respeto hacia
los demás, el respeto a las cosas, y el respeto así mismo. No se debe de dejar
a una criatura que se críe a su aire, nuestro deber como padres o como abuelos,
es el de guiar a
los hijos y nietos por el buen camino al igual que hacen los podadores con los arboles,
si se dejan salvajes se crían de cualquier manera, y cuando quieren doblegar una rama
no puedes se han hecho dura y la tienen que cortar.
Los hijos y nietos necesitan un cuido constante, por supuesto que con
todo el cariño
del mundo, pero
siempre guiándolos por el mejor camino posible para que no piquen en los cepos que
algunas personas les ponen, para que se salgan de ese buen camino que es el
recomendable.
Y así
obtendrán esa educación y esa categoría que después les llevará a colocarse en el lugar que les
corresponde, y a ser la persona que siempre desearon tener, sus padres sus
abuelos y toda la sociedad de su alrededor.
6º PREMIO
JUAN RODRIGUEZ NAVARRO
PATATAS A LO POBRE
En el verano del año 1954, mi hermano Martín y yo estuvimos
trabajando en una fábrica de hacer tejas y ladrillos de barro. El jornal
que yo cobraba era de 17 pesetas en una jornada de 8 horas; mi hermano cobraba
25 pesetas. El trabajo era bastante
fuerte. El barro lo hacíamos a mano dentro de unas balsas. A continuación se transportaba en carretillas a una pista en
donde se elaboraban el ladrillo y las tejas. El motivo de estar los dos trabajando en el mismo lugar era porque
mi madre y mi hermana se marcharon a trabajar a tierras manchegas, a
segar trigos y cebadas. También padecieron
lo suyo en los cuarenta y cinco días que estuvieron en estos trabajos.
*
Durante todo
ese tiempo nuestra abuela materna se encargaba
de hacernos la comida y las tareas de la casa. Recuerdo que una noche le gastamos una broma a la abuela. Ella había preparado un buen plato de
patas fritas a lo pobre para cenar y un plato de pescados fritos como segundo.
Cuando llegamos
de trabajar, nos aseamos y nos sentamos a la mesa. La
»
abuela nos dijo:
"Empezar que voy a sacar el plato de pescado". En ese momento me dice mi hermano1."
Trae rápidamente
un plato limpio
y vacío, que lo vamos a cambiar por el de las patatas fritas". En hacer esto no
tardamos ni dos minutos. Cuando salió nuestra
abuela con el plato de pescado, mi hermano y yo estábamos pasando un trozo de pan por el plato limpio, dando la sensación de que las patatas nos has habíamos
comido en tan corto espacio de tiempo. Cuando ella vio el plato vacío se echó
las manos a la cabeza y empezó a decir:
"¡Dios mío, qué animales, os vais a poner malos y vuestra madre no está
aquí!". Como no tenía ni un solo diente ni muela en su boca, las palabras
le salían con mucha
más dificultad que de costumbre. Menos mal que la cosa volvió a su normalidad
cuando vio reaparecer el plato con las patas fritas a lo pobre.
7º PREMIO
JUAN RODRÍGUEZ NAVARRO
LA MADRE ESPERANZA
Por el año 1985 y viviendo en Santomera me vinieron a
visitar a casa un fotógrafo
de Santomera llamado Alberto y su amigo Mauricio. Al fotógrafo ya le conocía yo de
haber ido a hacerme alguna que otra foto para algún documento de los que de vez en
cuando necesitamos. A Mauricio le conocía desde que vine a Forte los Sotos.
Este señor fue el que me proporcionó la vivienda cuando vinimos a Santomera; era
dueño de una empresa de transportes que trabajaba para Forte. Alberto
pertenecía y sigue perteneciendo a la Asociación de la Madre Esperanza,
religiosa e hija predilecta de Santomera, que por el año 1915, cuando tenía veintidós
años, salió del pueblo e ingresó en el convento de las Hijas del Calvario, de
Villena. Este convento estaba situado en un lugar montañoso muy bonito donde
acudían muchas personas el último día de la semana de Pascua a merendar.
Actualmente no va ya nadie a este lugar porque pasa por allí la autovía Alicante-Albacete
que han construido recientemente.
«
La
Asociación de la Madre
Esperanza quería rescatar la cruz que había en el pequeño campanario de este convento, para llevarla a Colevalenza,
lugar donde está enterrada la Madre
Esperanza. Para conseguir esa cruz había que contactar con alguna persona que tuviera alguna influencia en Villena y
que pudiese facilitarnos el rescate de la cruz.
Como todo en esta vida, las situaciones se enlazan unas con otras. El fotógrafo y Mauricio vinieron a mi casa a preguntarme
si yo conocía a alguien de Villena que tuviera amistad con él párroco de la
iglesia. Les dije que sí, que precisamente el Jefe de Personal de todas las
factorías de Forte había estudiado teología y había estado a punto de cantar
misa; pero, que, de la noche a la mañana, se arrepintió, dio marcha atrás y se
casó, llegando a tener seis hijos. Durante los siete años que trabajé en Forte
de Villena mi relación con el Jefe
de Personal fue magnífica, hasta el punto de que, cuando venía a la fábrica de Forte los Sotos, lo primero que hacía era
preguntar por mí para saludarme. Así
que, lo de comentarle el tema de la cruz se estaba poniendo bien. Cuando se lo dije me contestó:" Juan, no te preocupes
que en cuanto llegue a Villena hablaré
con D. Arsenio, que es el párroco de la iglesia de Santiago". Al día siguiente me llamó diciéndome que cuando
quisiéramos podíamos ir a rescatar la cruz, pero que antes le avisara para que nos acompañase para
presentarnos a 0. Arsenio.
Lo hicimos así. Un sábado por la tarde fuimos a Villena en el coche de Alberto con la intención de solucionar
el tema cuanto antes. Hablamos con el párroco.
No hubo ningún problema, faltaba sólo empezar a actuar.
Como herramienta llevé un pico de albañilería.
Fuimos al lugar y empezamos a trabajar.
Me subí por donde pude y como pude, saltando de un
muro a otro hasta llegar
a la cruz. Actuamos con mucho cuidado porque era difícil alcanzar el objetivo. Rescatada la cruz, dimos las
gracias a todas las personas que nos facilitaron
la operación.
A las dos o tres semanas de haber hecho esto, una
noche llamaron a casa, ¿quién es?, Abre, Juan, soy Alberto. No esperaba yo
la visita de dos monjas que habían venido desde Asturias para saber y conocer a
la persona que había rescatado la cruz del convento donde estuvo la Madre
Esperanza. La visita fue corta.
Una vez que me conocieron y me dieron las gracias, me entregaron un pequeño regalo como agradecimiento a lo
conseguido; el regalo era una réplica de un pequeño hórreo de porcelana y plata que todavía conservo. Siempre me
ha gustado satisfacer, en la medida
de mis posibilidades, las solicitudes que me llegan pidiéndome un favor.
8º PREMIO
ANTONIO GONZÁLEZ EXPOSITO
Qué tiempos aquellos
Yo no sé si en el resto
de España pasaría, aquí en Murcia, con mucha frecuencia. En el pueblo que
vivo yo, fue tal la salida de jóvenes que en misa dijo el cura que todas las
jóvenes que se fueran con el novio, las casaría en la sacristía. Aquellas
palabras del señor cura causaron una estampida tal, que las muchachas del pueblo
casaderas, tuvieron que pensárselo más de una vez para irse con el novio.
Decía el señor
alcalde: - Lo que ha dicho el señor cura está muy bien. Ya sé que son otros
tiempos a los míos; que también se iban las novias con los novios no era tanto
como ahora. Dicen que está la cosa muy mal. Yo cuando tuve la edad de
casarme, me tuve que esperar ocho años para juntar un poco de dinero para la boda
porque no había trabajo y mi mujer cosiendo día y noche. Ahorramos y nos casamos
en el altar, ella iba vestida de blanco que es lo que toda muchacha sueña de
joven. Trabajar, ahorrar e ir a casarse al altar con la frente bien alta.
Estas palabras
las dijo en una asamblea. Le había dicho al señor cura que le hablaría al
pueblo para ver si podía cortar un poco el irse las novias con los novios. El señor
cura le decía: - Sé que no les ha gustado lo que dije de casarlos en la
sacristía pero no tengo más remedio que ponerme serio con el santo matrimonio.
Se pasan bastantes años cuando son jóvenes mirando el traje de novia que
llevaba fulana de tal o el de tu amiga o el que has visto en el escaparate, que
sin darte cuenta, tus ojos no paran de mirarlo y yo ya estoy en edad de
casarme...
Había una pareja en
el pueblo que estaba en edad de casarse. Él se llamaba Antonio y ella Josefa.
Se presentaron en el ayuntamiento y hablaron con el alcalde diciéndole que
querían casarse por la iglesia pero no tenían medios y que los que estaban para
casarse, buscasen soluciones para ayudarlos urgentemente. Se celebró una
asamblea general. Cada persona decía su opinión pero no se ponían de
acuerdo. Se levantó Antonio y la gente no paraba de hablar. El alcalde mandó
silencio y dijo: - Esta pareja fue la que estuvo en el ayuntamiento diciendo
que hiciera una asamblea
general para intentar solucionar lo de las mozas y los mozos que quieren casarse.
Bien, estamos aquí más de dos horas y todavía no hemos solucionado nada. ¿Tiene
usted alguna idea? Entonces Antonio dijo: -Gracias señor alcalde. Amigos, como
todos sabéis, nosotros estamos más de cuatro años intentando casarnos por la
iglesia. Si hubiera querido habría sacado a mi novia. ¡No, eso se ha terminado en
este pueblo! Nosotroscreemos que
tenemos la solución
contando con usted señor alcalde. No se oía una mosca, todo el mundo
callado. Murmuraban: - ¿Qué solución será?
Lo primero, que
todos los que queramos casarnos nos coja la firma aquí en el ayuntamiento.
Tiene que ponerse en contacto con algún taller que cosa ropa y le diga que de
momento, necesita diez máquinas de coser. Usted ya encontrará sitio donde
ponerlas. Cuando estén aquí, tienen que venir dos oficialas para enseñar y
cuando esté todo preparado, llamar a las muchachas. Tienen que echar
todos los días tres horas o bien en la mañana o en la tarde. El dinero que
ganen cada día, será apuntado en el ayuntamiento hasta dentro de tres meses.
Cuando se haya cumplido ese plazo y alguna crea que tiene suficiente dinero
para casarse, que se case como Dios manda. A los muchachos, usted señor alcalde
debe buscarles trabajo
de tres horas diarias o bien en una granja o taller de bicicletas o aquí en el
ayuntamiento. A algunos no les vendrá bien pero tienen que pensar que están
ahorrando para poder casarse y ver un futuro, que antes no lo veían.
La propuesta cayó bien. Se citará
que a partir del lunes fueran a apuntarse todas las que tenían ideas de
casarse. Algunas se preguntaban que cómo iban a sacar tres horas todos
los días. Algunas madres les decían: - Hija mía no te puedes imaginar cómo lo
pasé yo cuando me fui con tu padre y preñada, no paraba de llorar,
tan bien como estaba en mi casa. En la casa de mi novio eran seis hermanos. Me
avergonzaba hablar con ellos y mis suegros decían que yo era una boca más para
comer. Me fui porque tus abuelos no querían a mi novio. Decían que no tenía
nada que dar a su hija y querían algo mejor para mí. Yo les decía que lo
quería hasta que noté una falta y se me cayó el mundo encima. Mi madre lo notó
enseguida y me dijo de todo. Cuando terminó se echó a mis brazos y
llorando me decía que no me preocupara, que ella hablaría con mi padre. Cuando
se lo conté a mi padre no paraba de chillar y de tirar cosas por el suelo. Te
digo todo esto para
que intentes todo lo necesario para no pasar por donde pasó tu madre y muchas
mujeres del pueblo.
Preguntaba una
mujer a otra si conocía al que había hablado en la asamblea y la otra le
decía que era el hijo de la Manuela. Se hablaba mucho de ella en el pueblo. Era
una historia triste de las muchas que habían pasado en el pueblo. El marido de
la Manuela era de las pocas familias que habían conseguido a fuerza de mucho
trabajar, un poco de bienestar. Habían conseguido comprar unas
tahúllas de tierra, poner una granja con cochinos, vacas, terneros y los
criaban y cuando tenía que quitar, llamaba a un amigo suyo de la infancia que era corredor y en la capital le vendía el ganado.
Ese amigo suyo ganaba a comisión y se llevaban muy bien, hasta el extremo de que las dos
familias salían juntas a comer, a pasear. Estaban bastante unidos. Manuela era
muy guapa, simpática, por donde iba derrochaba una alegría que a los hombres
los ponía a cien. El marido, celoso perdido, de novios ya habían tenido sus más
y sus menos. Una noche su amigo el corredor, fue a verlo para llevarse los
animales para venderlos. No estaba y salió la mujer y en el mismo portal
estuvieron hablando un buen rato como amigos que eran. Un hombre pasó
por allí y los vio. Era precisamente el que de soltera había intentado hablar
con ella sin éxito muchas veces. Este mal hombre fue al bar y dijo que los
había visto, sin pensar que estaba destruyendo una familia porque ella era
guapa, simpática y a él no lo había querido. Cuando vino el marido, ya había en su
puerta dos o tres para decirle lo que había pasado. Él, celoso hasta la
coronilla, entró en su casa y llamó a su mujer. Ella salió sin saber nada y él se
lo echó en cara. Ella le dijo que estaba equivocado, que había ido su amigo
el corredor para decirle que al día siguiente llegaría más temprano para
llevarse los animales y habían estado hablando de sus hijos.
En el
ayuntamiento habían
firmado dieciocho muchachas y ya estaban echando las tres horas diarias. A los
muchachos el señor alcalde los había colocado en diversos sitios. Se cumplieron
los tres meses y cuatro parejas dijeron de casarse aunque no era mucho lo que
habían sacado. El señor cura las casó en el altar y el convite fue en un bajo
de un vecino. La chafardera del pueblo que todo lo sabía, cuando se pasaron
seis meses y tuvieron un hijo, ella decía que no le salían las cuentas en seis
meses de matrimonio.
Se casaron embarazadas. Los vecinos decían que si no hubiera sido así, se
habrían ido con el novio.
Una mañana se
presentaron en el ayuntamiento tres alcaldes de los pueblos vecinos para
hablar con el señor alcalde. Buenos días alcalde, ante todo felicitarle por la
labor tan grande que está haciendo en este pueblo por la juventud. Hace cuatro
meses que no se ha ido ninguna muchacha con su novio. El otro día, leía en el
periódico que el señor alcalde de Murcia, estaba tomando ejemplo de este pueblo
y mandaría autobuses de turistas para que vieran el taller de coser, para las
muchachas casaderas. Nosotros queremos que se nos explique cómo va esto. El
alcalde dijo: - De momento va muy bien, el pueblo está creciendo muchísimo, no
para de venir gente a comprar tierra y mayormente, casas rústicas para
extranjeros. Al lado del ayuntamiento, han abierto una casa de comidas típicas
y dos bares. Tenéis que perdonarme porque tengo una reunión urgente. Mi
secretario les atenderá. Tocó el timbre y
vino un señor a atenderlos. Los alcaldes se quedaron con la boca abierta viendo
como había progresado el pueblo. Cuando salían del ayuntamiento, en la plaza,
llegaban dos autobuses de turistas y el guía iba diciendo: - Por aquí
señoras y señores, vamos a entrar al famoso ayuntamiento que ha logrado cortar
lo que ninguno ha podido hacer. Ahora las novias no se van con los novios y
tienen trabajo y saben un oficio y con
lo que ganan, ahorran para poder casarse y que su día sea el más grande de su
vida. Pasen, pasen. Aquí a la derecha en este tablón, están apuntados todos los nombres de las personas que han
colaborado y están colaborando. Lo más grande es que no paran. Todos los días,
jóvenes de otros pueblos vecinos, vienen a apuntarse y han traído diez máquinas
más. Todo esto ha podido ser gracias a la extraordinaria idea que tuvieron la
pareja de novios Josefa y Antonio. El alcalde tiene como asesor y brazo derecho
al que tuvo la magnífica idea, Antonio.
El alcalde quería
hacer un pabellón grande para poder meter todas las máquinas de coser y a todas las muchachas que estaban trabajando
porque el otro se había quedado pequeño.
El terreno del
ayuntamiento fue donado por un señor rico. Tenía catorce tahúllas de tierra de
secano. Se emplearon tres para hacer el pabellón. El alcalde estaba preocupado
por los gastos pero Antonio lo tranquilizó diciéndole que el pabellón se
pagaría solo. Antonio le dijo que había comprado un libro en blanco y en él
había escrito todas las personas que habían colaborado y colaborarían en el ayuntamiento y todos, pondrían
en él su firma y una peseta para el nuevo
pabellón.
Se pasaron dos
meses y la obra estaba a punto de terminar. Como había sitio donde coser,
hicieron pabellón enorme. Las mujeres llevaban diez meses trabajando en las
máquinas de coser y habían aprendido mucho. Algunas ya habían aprendido a hacer vestidos. La jefa les dijo que a
partir del lunes empezarían a hacer los vestidos de boda de todas las que
estaban trabajando.
Los turistas
seguían llegando y querían poner su firma y donar su peseta. En el salón nuevo
se pusieron todas las máquinas, en total veinticuatro. Se usó como una
biblioteca y para clases de estudio el salón viejo. En las tardes, se llenaba de muchachas y muchachos para
estudiar. Las muchachas que trabajan en
el taller, no solo echaban tres horas porque todas querían estar más tiempo
para aprender más. Al final echaban cuatro horas, dos para hacer el vestido y
dos para su jefa.
Lo mismo de siempre, te
casabas, hacías
las cosas de tu casa o te ibas a trabajar a la huerta. Si tenías algún hijo ya
no podías ir a trabajar porque no podías dejar al niño solo. Muchas veces se
quedaba con él la abuela. Ahora con el taller nuevo, el porvenir era
totalmente distinto. Antes todo estaba negro, oscuro, feo. Ahora, cuando sale
el sol, sus rayos lo iluminan todo y los pájaros trinan alegres con muchas
ganas de volar.
Una mañana llamó la
jefa a las muchachas y le dijo: - El vestido de novia está prácticamente
terminado. Se ha quedado precioso. Enhorabuena porque os ha costado mucho
aprender y lo habéis conseguido. Después de vuestra boda, la que quiera seguir
puede hacerlo. Me he preocupado de hablar con la casa de las máquinas de coser
para llevaros una a vuestra casa. Me las han puesto al precio de como yo las
pago y podéis pagarlas a plazos. Esto de tener la máquina en casa tiene
muchos beneficios y si tenéis algún hijo y no podéis salir de casa, podéis
estar cosiendo. Antes cuando te ponías a coser, se oía a medio kilómetro pero
ahora, con tanto adelanté les han puesto una especie de silenciador que casi no
se oye nada. Todas pidieron una máquina y la jefa llamó al alcalde para
avisarle de que los vestidos ya estaban terminados y que si podían entre
los dos, hablar con las muchachas para decirles que se casaran todas juntas
en la catedral de Murcia
y las casara el obispo. Entró el señor alcalde al pabellón y les dijo: -La directora me
ha dicho que ya tenéis el vestido terminado y habéis pensado en casaros. Nosotros
hemos pensado que si queréis, podéis casaros todas juntas. Creemos que puede
ser bueno y queremos ir más lejos porque queremos que os case el señor
obispo en la catedral. Todas comenzaron a chillar y a abrazarse porque no se lo
podían creer. Al mismo tiempo, se abrió la puerta y entraron cinco o seis
personas, entre ellos Antonio, el
r
asesor del
alcalde. Este le pidió que hablara con el señor cura de su parte y le
dijera todo lo que había pasado.
Cuando fue a
verlo, el cura le dijo: - Hombre ya estaba bien que vinieras a verme que ya me he enterado de que las cosas en el
ayuntamiento marchan bien.
Precisamente ahora que estás aquí, quiero saber cómo están las muchachas que se
metieron a coser para enseñarse el oficio. A eso venía yo a hablar con
usted, dijo Antonio. Resulta que se han enseñado el oficio y han logrado
hacerse sus vestidos de novia. Se han hecho muy amigas y desean casarse
todas juntas en la catedral y que las case el señor obispo. La mitad de las
muchachas las hubiera casado usted en la sacristía sino llega a ser por esto. El
cura aceptó con la condición de que las muchachas al día siguiente se
presentaran en la iglesia a las cinco para prepararlas para casarse como
Dios manda.
Se fueron pasando los días y las
muchachas a las cinco de la tarde en la sacristía, se aplicaban para
casarse. Un día, el cura les dio la noticia de que el señor obispo las iba a casar
el domingo a las seis de la tarde. El alcalde habló con ellas y les dijo: - Decirles
a vuestros padres que todo el convite de las bodas lo paga el ayuntamiento.
Dadle las gracias a mi asesor Antonio, que saca dinero de donde menos te lo
esperas. Los convites se harán en los dos salones. El primero, donde estabais
con las máquinas de coser y el segundo, el que hizo mi asesor, el grande y
hermoso. Estos acontecimientos saldrán en el periódico y esto se sabrá en toda
España.
Los padres de las
muchachas casaderas estaban contentísimos. En la taberna decían: - Igual que
nosotros que sacamos a nuestras mujeres, algunas cuando iban a
casarlas, el novio le decía al cura que se diera prisa que lo que
llevaba dentro la novia, estaba a punto de salir.
En el
ayuntamiento sonó
el teléfono y lo cogió Antonio, el asesor del alcalde y le preguntaron si era
ahí el ayuntamiento que tenía a dieciocho mujeres casaderas a punto de casarse.
Antonio dijo que sí. Entonces le contaron que el alcalde estaba desde el
transatlántico Balear, promocionando a todas las parejas que se casasen y
fueran de luna de miel en ese barco. La travesía era gratuita con todos los
gastos pagados y veinticinco días en el autobús llevándolas a todos los sitios
de Palma. Le pidió que le mandaran los nombres de cada pareja y las direcciones
ocho días antes de la travesía.
Nota del autor:
Lo cierto y verdad de esta historia, es que en ese barco fuimos mi mujer y yo
de luna de miel.
FIN
9º PREMIO
ANTONIO GONZÁLEZ EXPÓSITO
Los gemelos
En un pueblo de
la provincia de Lérida,
la mujer del maestro de escuela Don Luis, estaba a punto de dar a luz.
Los nueve meses de embarazo habían sido malísimos. Le habían
dicho que traía
dos criaturas. Se tiró seis meses del sofá a la cama y con muchas angustias.
Tuvieron que hacerle una cesárea y todo salió muy bien. Tuvo dos hijos gemelos
idénticos. Cuando se los enseñaban a la madre, primero uno y después el
otro, bien fuera por la anestesia que todavía le quedaba, al e dijo: - ¡No, el
otro, que este ya lo he visto!
Los que estábamos allí, el
médico, el marido y los demás que la asistieron se echaban a reír. Le dijo el
marido: - Carmen son los dos iguales, como dos gotas de agua.
Los niños crecían y la
madre los vestía igual, tenían los mismos gustos y las mismas manías. Llegó el
momento que no conocías quien era el uno o el otro. Una de las veces que los
llevó al médico para reconocerlos (se habían resfriado y les dolía
la garganta. Si le dolía a uno, le dolía al otro) el médico dijo: - ¡Así no podemos
continuar con los chiquillos! Tenéis que saber en el momento que los miréis
quien es Luis o Juan. La madre le dijo al médico: - La semana pasada
los cambié de ropa y creyendo yo que al que le había puesto la ropa
diferente era Luis, lo llamé y me dijo que era Juan, entonces lo cogí, lo
abracé y me eché a llorar.
Cuando vino de la escuela le dijo a su marido: - Luis no podemos
continuar así
con nuestros hijos. Tiene que haber algún método para saber quién es el uno o
el otro.
Luis hablando con
sus compañeros
les dijo: - Tenemos mi mujer y yo un problema bastante fuerte. Mis hijos ya
sabéis que son gemelos idénticos. Entonces un compañero le dijo que tenía un
amigo que era doctor y le pidió cita para que viera a los niños.
Lo primero que
le dijo el médico
fue que quería hablar con su señora y le pregunto si tuvo alguna manía
fuerte durante el embarazo. La madre confesó que al escuchar la palabra ajo se
le ponían los pelos de punta.
Al día siguiente fueron a la
consulta con los niños y el doctor les dijo a los padres que se quedaran fuera.
Se pasaron tres cuartos de hora y al salir dijo el doctor: - ¡Aquí les presento
a Juan y a Luis! Carmen y Luís se quedaron atónitos.
El médico les dijo que lo que no podía oír Carmen durante el embarazo se lo
había dicho a uno y se había quedado impasible, en cambio el otro, había
puesto mala cara. Rápidamente le pregunté su nombre y me dijo que se
llamaba Juan. Entonces cogí una pegatina con su nombre y se la puse al lado de
la solapa de la chaqueta donde se viera bien. También les dije que ya son
mayorcitos para que se estén riendo de todos y mayormente, de sus padres y creo
que se lo han tomado en serio.
Todo marchaba
bien y una mañana
de sábado se presentó en su casa un señor que preguntó si vivía ahí un hombre
que se llamaba Luis y era maestro de escuela. Luis dijo que era él. Entonces el
hombre le dijo: - Tú no me conoces, soy un tío tuyo que hace mucho tiempo
se fue a Australia y soy hermano de tu madre. En ese momento entraron los
hijos de Luis. Al verlos su tío dijo: -¿Estos son tus hijos? ¡Pero si son
iguales! Sobrino, mi mujer tuvo tres hijos, dos niñas y un niño. Mi hijo
se casó y tuvo dos hijos idénticos y tenían el mismo problema que vosotros.
Allí en ese aspecto están muy adelantados. Todas las personas que nacen gemelos
tienen que llevar su nombre visible para que todo el mundo lo vea. Así nunca
hay problemas. Estos nietos míos hubo un tiempo que uno llevaba un mechón
blanco en la cabeza. Luis, ahora son pequeños, ni ellos mismos se dan cuenta,
conforme se vayan haciendo mayores ya verás cómo cambia todo. Me gustaría ver a
tus padres. Por cierto, ¿viven mis padres?
Luis le contó que su abuela
había muerto hacía ocho años y su abuelo estaba en una silla de ruedas
pero tenía la cabeza muy bien. Esa tarde irían para que vieran a sus nietos.
Cuando llegaron Luis dijo a su abuelo: - Aquí te traigo a los gemelos y a este
señor también a ver si lo conoces. El abuelo lo miró y dijo: - Su cara me es
muy familiar. Hijo ¿eres tú? Aquél que se fue hace 30 años. Si papá soy yo dijo
el hijo y se fundieron en un abrazo interminable. Hijo mío no quería irme sin
haberte visto.
Después fueron a ver a
la madre de Luis a la Finca. Los nietos llamaron a su abuela y apareció una
mujer con un delantal blanco de unos sesenta años, con el pelo un poco blanco,
la cara muy agraciada y una eterna sonrisa. De joven tenía que haber sido muy
guapa. ¡Me habéis pillado haciendo la comida! Dijo la abuela, se agachó a
besar a sus nietos y cuando levantó la vista vio a un señor trajeado que lo
reconoció como su hermano Felipe. Se abrazaron y Felipe le dijo: ¡Cuántas veces
he soñado con este abrazo!
Se quedaron a
comer y cuando terminaron dijo el padre: - Felipe hijo mío, ¿cómo te ha
ido en estos años? Padre yo no puedo mentirte, dijo Felipe. Al principio muy mal, pasando muchas necesidades.
Cuantas noches me acostaba sin cenar porque no tenía nada que llevarme a la boca.
Me acordaba mucho del hijo pródigo. Llegó un momento, que las faenas que nadie
quería hacer, las hacía yo. El capataz decía que todas las faenas peligrosas
que los demás no querían hacer, que las hiciera el español. Un día me llamó el
capataz para que fuera a hacer unas faenas en una finca el domingo a las 8 de
la mañana. Al llegar dije que como las faenas eran peligrosas, me tenía que
pagar el doble y que yo cobraba por hora y solo podría hacer el trabajo, los
sábados y los domingos. Y así empecé a hacer dinero. No te puedes figurar,
padre, las horas que echaba haciendo el trabajo que los demás no querían. Formé
una familia, dos hijas y un hijo. Ellas se casaron y tuvieron dos hijas una y
dos hijos la otra. Se casó mi hijo y su mujer tuvo dos hijos gemelos, como dos
gotas de agua. Yo quiero hablaros de la finca aquella que un día me encapriché
de ella. Si supierais que no se me ha ido de la cabeza ni un momento.
Ahora, después de mucho trabajar y pasar tantas calamidades, he reunido
dinero para comprarla. ¡Cómo está la finca Felipe! Dijo su hermana. Si vieras
cómo está, da pena verla. Casi todos los obreros que tenía se fueron al
extranjero y se fue abandonando. Vale ahora mucho menos que valía.
Fueron a ver al
administrador en pocos días y la vendió. Los gemelos crecían y
optaron porque el del mechón de pelo blanco sería Juan y el otro Luis y así la
gente los reconocía. Se enamoraron de la misma muchacha, Carmen, morena con
ojos enormes y muy simpática. Ella tenía un dilema muy grande porque le
gustaban los dos y tenía que decidirse por uno. Les dijo que les gustaba mucho y
que no podía estar con los dos. Juan dijo que uno de ellos podía verla de
lunes a jueves y el otro de viernes a domingo. Ella les dijo que no podría
llevarlos a los dos y entonces vino la clásica discusión entre hermanos de yo
la vi primero. Carmen les dijo que se callaran que parecían unos chiquillos y
eligió a Juan. Los hermanos llevaban gorras y se tapaban el mechón pero Carmen
siempre les decía que se quitaran la gorra.
A los dos
hermanos les gustaba escalar la montaña y todos los domingos salían
muy bien preparados. Empezaron a subir y la noche anterior había llovido mucho,
Luis iba el primero y su hermano le decía que llevase cuidado que
estaba muy resbaladizo. A Luis le gustaba la emoción que eso le producía y
alertó a su hermano de algunas piedras sueltas. Al llegar a ellas, todas las
que pisó Juan cedieron y cayó mientras chillaba llamando a su hermano. Luis
bajó lo más rápido que pudo y cuando alcanzó a su hermano se dio cuenta de que
llevaba una brecha muy grande en la cabeza
y estaba
inconsciente. Llamó
a una ambulancia. Antes le había taponado la herida para que no saliera la
sangre y lo llamaba sin parar: - ¡Juan Juan, eres muy atascado siempre quieres
salirte con la tuya! Anoche te lo decíamos los padres y yo. Ha llovido, a la
montaña no. Tú decías que si salía el sol, con el aire que corría en poco
tiempo se iba a secar todo. Porque naciste antes que yo siempre dices que eres
el mayor y tienes todos los privilegios.
La operación de la cabeza
fue muy aparatosa, el cirujano dijo que había salido todo bien y que tendría
que llevar una cicatriz para siempre en la cabeza. Mientras estaba
convaleciente, Luis iba a ver a Carmen, la novia de su hermano. Le gustaba mucho y
lo pasaba muy bien con ella. Ella le
f
preguntaba cómo estaba su
hermano. Él le decía que no se espabilaba que aún tenía para rato. Carmen le
decía: Tengo muchas ganas de verlo, no te lo tomes a mal pero a él lo vi
primero. Te has hecho pasar muchas veces por él. Cuando me besabas notaba que
tus besos eran distintos a los de él. Tú me cogías y me clavabas un beso
fuerte, casi brutal y el de tu hermano era lento, suave, interminable. En eso
sois muy distintos.
El accidente de Juan no fue muy
grave. La herida de la cabeza se fue cerrando y con el tiempo, el pelo la fue
cubriendo y no se le notaba nada. En cambio, la que tenía en la frente
no le gustaba mucho. Carmen, su novia, iba a verlo con frecuencia. Él le dijo:
- Cuando salga del hospital y me encuentre mejor, nos casaremos. Entonces ella
le contestó: - De eso quería hablarte Juan. Tengo unos parientes mayores que
tienen una granja de vacas, cerdos, pollos y gallinas. Quieren que yo me haga
cargo de ella. Tiene sus obreros y está mecanizada. Está en la ladera de la
montaña, rodeada de árboles y de flores, aquello es precioso Juan. De joven yo
me pasaba casi todos los veranos allí. Ya sé que nosotros no entendemos de eso.
Cuando te den el alta y estés más fuerte, un domingo vamos a ir a verla. Juan le
confesó que no se hacía a la idea de pasarse lo que le quedaba de vida criando
cerdos u ordeñando vacas. Ella le dijo que cuando la viera se enamoraría de
ella, del cantar de los pájaros, de la cantidad de hierba que tenía, de la
montaña con las cascadas de agua fresca cristalina. Le contó que uno de los
veranos, que estuvo allí, en agosto, subió con su abuelo la falda de la
montaña. Al subir un trecho se acostaron en la hierba y vieron las estrellas.
Ella le dijo a su abuelo: - ¿Has visto algo tan bonito? ¡Es impresionante!
Parece como si estuvieran vivas, no paran de moverse. Esto tendría que verlo
todo el mundo. ¿Tú crees que una persona puede hacer esta maravilla? Nadie puede
hacerlo. Sólo un dios inmensamente poderoso. Abuelo, se ha movido una
estrella, pide un deseo. Su abuelo le dijo: - Ya sabes que los deseos que se piden con las estrellas tienen que ser de
verdad. No quiero que te pongas triste,
a ver, dímelo.
Carmen le contó que no quería que se divorciaran sus padres porque
discutían mucho. Antes cuando se iba a trabajar, su padre besaba a su madre y ya
no lo hacía. Los dos se abrazaron fuertemente y comenzaron a llorar.
A Juan le dieron
el alta en el hospital y aún llevaba la cabeza vendada. Cuando le quitaron el
vendaje la herida había cicatrizado bien pero se le había quedado una señal grande
en la frente un poco hundida. Estando ya bien, una tarde que estaba toda
la familia reunida incluida la novia, dijo la madre: - Los designios de Dios
son inescrutables. Tuvo que venir el accidente para que de ahora en adelante
sepamos que tú eres Juan y no Luis. Todos se echaron a reír. Aprovecho la ocasión
dijo Juan, para deciros que Carmen y yo queremos casarnos y queremos irnos a
vivir al campo. Un tío suyo mayor, le ha dejado una granja en plena
producción. Carmen dice que aquello es precioso, si queréis podemos ir un
domingo a verlo. Quince días después fueron a verla. Cuando llegaron vieron
que era precioso. Juan sentado a un árbol enorme lloraba de emoción. Carmen se
sentó a su lado y le
dijo que cuando se casaran le diría al párroco que fuese y bendijese una pequeña parcela
pues quiero que cuando me muera me enterréis aquí.
Se pasó el tiempo y se
casaron. Los periódicos decían que se había casado uno de los famosos gemelos, el
que tuvo el accidente en la montaña. Se fueron a vivir a la granja y al
principio les costó adaptarse a esa vida. Ella quedó embarazada muy pronto y
tuvo una niña que llenó la casa de alegría.
Pasaron los años y tuvo otro
hijo. El bautizo lo celebraron como el de la hija, en la granja, debajo de los
árboles. Todos los que fueron quedaron maravillados de tanta belleza.
Juan llevaba varias semanas doliéndole el pecho de un mal
resfriado. No hacía caso y decía que no era nada y Carmen estaba muy
preocupada. Lo había
llevado varias veces al médico, que le mandó reposo.
Tenía varias vacas
preñadas. Los obreros cuando terminaban la jornada se iban y él tenía que
quedarse todas las noches a cargo de ellas por si parían. Era el mes de
enero y estaba lloviendo mucho, con un aire tremendo. A una de las vacas se
le ocurrió esa noche parir. Era primeriza y no paraba de valar o bien porque
tenía miedo o porque le dolía mucho. Los hombres ya le habían dicho lo que tenía
que hacer cuando llegara el momento pero Juan no se encontraba bien. Se puso el
termómetro y tenía 39 de fiebre. Su mujer estaba dormida. Llovía a
cántaros. Se puso el impermeable y fue a ver lo que pasaba. Cuando lo vio
entrar, la vaca se calmó un poco. Se puso a hablarle y parecía como si ella lo entendiera. Apretó fuerte y cayó
sobre la paja
un ternero grandísimo. Empezó a quitarle el telo que llevaba por la boca y las
narices para que respirara bien.
Se fue pasando
el tiempo y Juan cada día se cansaba más. Había envejecido muchísimo. Él
tenía la costumbre de sentarse debajo del árbol que tenía en su casa. Era
enorme y siempre estaba lleno de pájaros de todas clases. Era un cantar sin
parar, con los trinos de los pájaros él se quedaba dormido. Siempre tenían que
llamarlo para cenar. Su mujer lo llamó y no respondía. Mandó a su hijo a que lo
llamara. A los dos minutos entró el muchacho asustado. Su mujer corrió a
buscarlo, se arrodilló a su lado, pero Juan no contestaba, tenía la cara risueña
de satisfacción, de plenitud, de estar conforme consigo mismo. La noticia
corrió como la pólvora. Aquello se llenó de periodistas. Lo enterraron dónde él
había dicho.
Se pasaron
varios meses. Su cuñado Luis iba a verla y no paraba de decirle que se quedaba a
trabajar allí. Ella le decía que eso no le gustaba y él le respondía que
con estar junto a ella le bastaba y que quería casarse con ella. Ella quiso
dejar pasar el tiempo porque era muy pronto y tenía la costumbre de que todo lo
que pasaba en la granja se lo contaba a su marido. Juan, le decía, ha venido tu
hermano Luis diciéndome que quería trabajar aquí porque seguía enamorado de mí.
¿Qué voy a hacer Juan? Parece que va en serio porque me ha pedido que me case
con él. Yo por un lado le diría que sí porque tú ya te has ido. Tú sabes que
aquí las noches son muy frías y muy largas, demasiado largas. Cuando me abrace,
cerraré los ojos y pensaré que eres tú.
FIN